La NOTICIA DEL DÍA hoy se humedece de lágrimas y se envuelve con un manto de intenso dolor!
¡Acaba de morir Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco!
No siendo católico ni creyente, voy a redactar esta Noticia en primera persona.
El año 2005 fue muy especial para mi familia más íntima: con Susana decidíamos adoptar un Hijo.
Esta determinación hizo que que en marzo de 2006 conociéramos a Rodrigo, que así se integró a nuestro núcleo más entrañable y que personalmente me involucrara con la causa de los niños institucionalizados.
En esa condición, y junto a otros padres comenzamos a entrevistar a personalidades.
Personalmente me acerqué al Arzobispado y solicité una entrevista con el Padre Jorge Bergolio, entonces arzobispo de la ciudad de Buenos Aires.
Él no se encontraba y los empleados pidieron mis datos personales.
Regresé a casa, distante a 20 cuadras de la Catedral; con esto quiero significar que no me demoré más de 15 minutos en arribar.
A los pocos minutos, Susana atiende una llamada telefónica y me dice que era para mí.
Cuando la tomo, una sorpresa me invadió: ¡era Jorge Bergoglio quién estaba del otro lado de la línea!
Como si nos conociéramos de toda la vida, hablamos amigablemente y me invitó a visitarlo.
Así, al día siguiente retorné al arzobispado, donde Jorge me estaba esperando.
Tomamos té y charlamos largamente.
Antes de concluir la plática, me llenó de regalos: una Biblia y varios otros libros y me prometió que iba a orar por los niños que carentes de familia, vivían en Hogares transitorios.
No lo volví a ver; en 2018 durante un viaje a Europa me lamenté de no poderlo visitarlo en el Vaticano.
Con este breve recuerdo, brindo mi Homenaje personal y de CARDIOLATINA a la partida de este Gigante, el Papa Francisco, hombre común que viajaba en subterráneo, tomaba mate amargo y le gustaba caminar por las calles de Buenos Aires.
Edgardo Schapachnik