Debo confesar que la lectura de la frase que hace las veces de título de la NOTICIA DEL DÍA de hoy y que corresponde a la dedicatoria que el autor del libro me obsequiara en el ejemplar que me entregó durante el 7º Congreso Argentino de Arritmias, me llenó de emoción.
No fue precisamente emoción la que tuve al leer el título del libro recién obsequiado; fue una mezcla de sorpresa, temor y cierto espanto que me invadieron y que rápidamente trocó en curiosidad e interés cuando fui a la contratapa intentando disipar aquéllas sensaciones
Me costaba asimilar que un electrofisiólogo avezado que se ocupa de la ablación de arritmias ventriculares o de cómo hacer el diagnóstico diferencial entre la respuesta ventricular dual o la bigeminia hisiana, que durante años compartiera conmigo la inmensa felicidad de pertenecer al Servicio de Cardiología del Hospital Argerich de Buenos Aires, a quién derivara pacientes chagásicos con la certeza de que serían asistidos con el mayor de los niveles de excelencia, aquél del que supe que era sagitariano como yo pero nacido cuando yo ya era Médico Residente, intentara convencerme de quince métodos para matar a mi mujer.
Así, con total impunidad, en el seno de un Congreso Científico, sin anestesia y sin conocer siquiera a Susana a quién amo desde hace 27 años, sin preguntarme quién era y cuál la relación que manteníamos, sin saber que la destinataria de su recomendación era, -como él en el campo de la electrofisiología- una avezada psicoanalista que podría leer entrelíneas sus significantes de Saussure o de Lacan, él, ese joven cardiólogo admirado por mí hasta entonces, me dedicaba su primer libro “con cariño” y tratándome de Maestro.
¿Supondría acaso al tratarme así, que sería capaz de imaginar una nueva forma, para que ya no fueran quince sino dieciseís y tal vez más las formas de matarla? ¿Imaginaba que sería coautor del siguiente manual? ¿Me lo estaba proponiendo?
¡Comencé a sospechar de la propia dedicatoria!
¿Que habría entre lineas?
¿Debería preguntar a Susana que me ayudara a desentrañar los significantes, a bucear en el sujeto “a”, a introducirme en los laberintos del Otro (con mayúsculas)?
Mayor fue mi confusión cuando aquélla a quién podría matar de quince maneras diferentes y quién -como suele suceder en casa ante un libro que siempre lee primero- opinaba del texto elogiando su estilo, su prosa y su misterio hasta la última palabra, con salidas con un toque de humor según me dijo y preguntándome si el autor tenía otros libros, ya que le gustaría disfrutarlos.
Para mi alivio, la lectura del Prólogo y el Primer cuento me confrontaron con la realidad.
¡Estaba frente a un Gran Escritor!
Su prosa, -me atrevo a decirlo y escribirlo- me atrapó tal como cuando leí a Jorge Luis Borges o a Felipe Pigna.
¡QUINCE FORMAS DE MATAR A TU MUJER!
¡Felicitaciones, querido colega Darío Di Toro!