24.05.2025

EL 25 DE MAYO DE 1810

La NOTICIA DEL DÍA, hoy cambia radicalmente el eje de su contenido.

Sucede que la fecha del 25 de mayo evoca fuertes sentimientos en la República Argentina, que irradian hacia otros pueblos y naciones y que ameritan encontrar un espacio nada menos que en la columna diaria de CARDIOLATINA.

Por ello vale también rememorar acontecimientos que desembocaron en esa Fecha Magna.

En 1780 se produjo el levantamiento de los pueblos originarios que habitaban estas tierras latinoamericana, dirigido por Tupac Amaru (José Gabriel Condorcanqui), una gigantesca rebelión social en la que los pueblos insurrectas atacaron, en tres virreinatos, los pilares de la sociedad feudal, de castas, que España implantó junto a la colonia. 

Los 3 virreinatos de América mencionados, dentro de la administración colonial española, fueron el Virreinato de Nueva España (fundado en 1535, abarcaba gran parte de Mesoamérica y el Caribe, con capital en México), el Virreinato del Perú (creado en 1542, incluía la mayor parte de Sudamérica, con capital en Lima) y el Virreinato de Nueva Granada, establecido en 1717 que comprendía los territorios de la actual Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, con capital en Bogotá. 

Además de estos, existió el Virreinato del Río de la Plata, el cual fue creado en 1776 y abarcaba los territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Chile.

Como parte de ese levantamiento, en Jujuy los pueblos wichis y qom tomaron el Fuerte Reducción en Ledesma y ejecutaron a su comandante español.

El levantamiento de Tupac Amaru fue la expresión más elevada de las numerosas luchas –como las de los pueblos kollas, calchaquíes, diaguitas, lules, wichis, qom, mocovíes, guaraníes, huarpes, ranculches, mapuches, tehuelches, onas, etc., en las tierras que muchos años luego, constituirían la hoy República Argentina– uno de los jalones más importantes en el camino hacia la independencia latinoamericana. 

Para la misma época en Brasil se desarrollaba la conspiración encabezada por Tiradentes, que también fue ferozmente reprimida en 1789.

Los levantamientos de los pueblos originarios empalmaron, en un proceso, con las rebeliones de esclavos y con los sentimientos y necesidades de vastos sectores criollos también oprimidos por el régimen colonial. 

Esto se expresó en conspiraciones como las de Colombia y Venezuela entre 1794 y 1797, la gesta encabezada por Toussaint Louverture en Santo Domingo desde 1797 y la posterior independencia de Haití en 1804, las insurrecciones de La Paz de 1798, 1800 y 1805, la expedición de Miranda a Venezuela en 1806, la derrota de las invasiones inglesas en la Banda Oriental y Buenos Aires en 1806 y 1807, la destitución del virrey en México en 1808, la revolución de Quito en 1808, y los heroicos levantamientos de Chuquisaca y La Paz en 1809, que dejaron encendida la tea de la libertad, como gritó Murillo al pie del cadalso. 

En este terreno germinó, y pudo sostenerse y desarrollarse, el grito de libertad del pueblo de Buenos Aires del 25 de mayo de 1810.

Sobre esto operaron también importantes acontecimientos externos a nuestro subcontinente, particularmente la guerra de la independencia norteamericana (de 1776 a 1783), la revolución francesa (desde 1789) y las rebeliones del pueblo español contra la invasión napoleónica (a partir de 1808); además de las contradicciones entre las grandes potencias coloniales de esa época, sobre todo entre Inglaterra y España hasta la derrota de ésta en Trafalgar en 1805, y entre Inglaterra y Francia después.

El pronunciamiento de Buenos Aires del 25 de mayo de 1810, casi simultáneo al de Caracas del 19 de abril, marca en nuestro país el inicio de una guerra prolongada y heroica –con la formación de los ejércitos patrios, de las milicias y de las guerrillas originarias y campesinas; con batallas decisivas como Suipacha, Tucumán y Maipú; con éxodos de pueblos enteros como el jujeño y el oriental; con heroicas guerrillas como las dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana Azurduy, los caciques Titicocha, Cáceres y Cumbay, y tantos otros en el Alto Perú–, parte de los procesos de la guerra de la independencia en la mayoría de los países de Latinoamérica, hasta la derrota definitiva de los colonialistas en los campos de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.

En la guerra de emancipación nacional convergieron los pueblos campesinos, sobre todo originarios, que protagonizaron los heroicos levantamientos del Alto Perú, del noroeste y del noreste argentinos, del Paraguay y del Uruguay; los sectores rurales y urbanos criollos patrióticos, como los expresados por Murillo en Bolivia, Gaspar de Francia en Paraguay, Artigas en Uruguay y Moreno, Castelli, Belgrano y Vieytes en Argentina; y además, los sectores de la aristocracia criolla que, acordando en la lucha por la independencia de España, lo hacían defendiendo sus propios privilegios.

La revolución de 1810 no fue simplemente el producto de la acción de una elite cívica-militar. 

Como en toda verdadera revolución, que enfrenta un poder constituido, hubo sí una minoría organizada en forma conspirativa en el llamado Partido de la Independencia. 

Hubo también rebelión de una parte de las fuerzas militares, inspirada por esa minoría, y sobre la base del alzamiento popular generalizado.

La derrota de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, en la que jugó un papel decisivo el pueblo de Buenos Aires en cuyas milicias participaron también mujeres y negros, y las nuevas fuerzas militares creadas en el curso de la defensa y lideradas por criollos, estimularon la agitación política y militar, y la organización de los sectores patriotas.

El 25 de mayo se produjo el alzamiento que posibilitó que ellos impusieran, en el Cabildo, la designación de un nuevo gobierno provisorio, la Primera Junta y se creó un nuevo ejército liberador, con los soldados y jefes que pasaron al bando patriota y los convocados por el grito de libertad, en el terreno abonado por los levantamientos originarios y criollos previos.

El accionar de estas mayorías abrió el camino a los ejércitos patrios y empantanó a los realistas, superiores en número y en entrenamiento militar. 

Así fue en las campañas a la Mesopotamia y a la Banda Oriental, y aun más claramente en las del Noroeste y el Alto Perú: las hondas y palos de los valientes cochabambinos dispersaron las fuerzas realistas y el 7 de noviembre de 1810, en Suipacha, el ejército revolucionario vence por primera vez al ejército español; el éxodo de la mayoría del pueblo jujeño en 1812, dejando sin recursos al enemigo, y el constante ataque de las guerrillas impidiendo su abastecimiento por la Quebrada de Humahuaca, permitieron a Belgrano derrotarlos en Tucumán y Salta. 

También los obstinados y titánicos esfuerzos de las guerrillas mestizas y originarias desde Salta a Cuzco y Puno, entre 1814 y 1824, fueron decisivos para frustrar los nuevos intentos realistas de asentarse en Jujuy y Salta y avanzar hacia el sur, pese a que hubo sectores locales que colaboraron con ellos.

El 9 de Julio de 1816 el Congreso de Tucumán declaró la independencia de España “y de cualquier otra dominación extranjera”. 

La guerra de guerrillas de los pueblos de Salta, Jujuy y del Alto Perú, la independencia de Paraguay liderada por Gaspar Francia, y el curso de la revolución en la Banda Oriental, encabezada por Artigas, permitieron mantener la independencia declarada en Tucumán y cubrieron la espalda de San Martín. 

Éste, apoyándose en los pueblos de Cuyo, en acuerdos con los patriotas chilenos y con el apoyo de los originarios de ambos lados de la cordillera pudo conducir la epopeya histórica de construir el Ejército de los Andes y cruzar la Cordillera.

Tras el triunfo en Chacabuco, y a pesar del revés en Cancha Rayada, el Ejército de los Andes pudo derrotar definitivamente a los realistas en los campos de Maipú. 

Posteriormente, pese a la oposición de algunos sectores bonaerenses, pudo llegar por mar a Lima y contribuir a la independencia del Perú.

La experiencia de la guerra revolucionaria de 1810 a 1824 mostró la importancia que jugaron los campesinos y originarios y de sus formas de lucha: la guerra de guerrillas y la guerra de recursos –retirando todos los posibles abastecimientos del alcance de las tropas enemigas–, y se mostraron como instrumentos imprescindibles en este tipo de guerras. 

Cuando jefes criollos así no lo entendieron, por su concepción de la guerra, sufrieron grandes reveses militares, dado que concentraron fuerzas para confrontar “ejército contra ejército”, desatendiendo e incluso enfrentando –por supuestamente anárquicas– a las guerrillas campesinas y originarias.

Pese a las múltiples disensiones internas –por la heterogeneidad de los componentes del frente antiespañol–, la decisión de los pueblos de defender la libertad con las armas en la mano permitió la continuidad de la guerra emancipadora. 

Permitió, además, que se utilizaran a favor de la independencia de nuestros países las disputas entre las distintas potencias europeas que, junto a la sublevación del pueblo español desde 1808, jugaron un papel importante en el debilitamiento del poder militar de la corona. 

Así se logró la independencia nacional.

¡La luz que se encendió el 25 de mayo de 1810, sigue alumbrando el Destino de nuestros heroicos pueblos latino americanos!

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