21.10.2022

Enfermedad de Chagas y enfermedad de Lyme

La enfermedad de Lyme es una enfermedad común en el noroeste de EEUU y Canadá. En los últimos años, se ha comenzado a diagnosticar correctamente en  otros países de América desde México hasta Argentina.

Es trasmitida por una garrapata que parasita los  ciervos de los bosques y la bacteria responsable de producirla es la Borelia Burgodferi.

La Borrelia burgdorferi es una especie de bacteria patogénica del tipo de las espiroquetas, bi membranosa (Gram-negativa), anaeróbica, extracelular y flagelada com 15 a 20 μm de largo. 

La enfermedad de Lyme se reconoció en 1976 debido a la agrupación de casos en Lyme, Connecticut, y actualmente es la enfermedad transmitida por garrapatas más frecuentemente reportada en los EE. UU. 

Se ha informado en 49 estados en USA, pero >90% de los casos ocurren desde Maine hasta Virginia y en Wisconsin, Minnesota y Michigan. 

En la costa oeste, la mayoría de los casos ocurren en el norte de California y Oregón. La enfermedad de Lyme también ocurre en Europa, Rusia, China y Japón.

En los EE. UU., la enfermedad de Lyme es causada principalmente por Borrelia burgdorferi y, en menor medida, por B. mayonii, que se ha encontrado recientemente en los estados del norte y del medio oeste. 

En Europa y Asia, la enfermedad es causada principalmente por B. afzelii, B. garinii y B. burgdorferi. 

El comienzo suele ser en verano y principios de otoño.

La mayoría de los pacientes son niños y adultos jóvenes que viven en zonas boscosas.

Es transmitida principalmente por 4 Ixodes spp (el género de las garrapatas) en todo el mundo:

1. scapularis (la garrapata del venado) en el noreste y centro norte de EE. UU.

2.   pacificus en el oeste de EE. UU.

3.   ricinus en Europa

4.   persulcatus en Asia

En los EE. UU., el ratón de patas blancas es el principal reservorio animal de B. burgdorferi y el huésped preferido de las ninfas y formas larvarias de la garrapata del venado. 

Los ciervos son anfitriones de garrapatas adultas, pero no son anfitriones de Borrelia. Otros mamíferos (p. ej., perros) pueden ser huéspedes accidentales y desarrollar la enfermedad de Lyme. 

En Europa, los mamíferos más grandes, como las ovejas, son los huéspedes de la garrapata adulta.

En cuanto a la fisiopatología de la enfermedad de Lyme, la B. burgdorferi ingresa a la piel en el sitio de la picadura de la garrapata. 

Después de 3 a 32 días, los microorganismos migran localmente a la piel alrededor de la picadura, se diseminan a través de la linfa y producen una adenopatía regional, o se propagan a través de la sangre a los órganos u otros sitios de la piel. 

Inicialmente, ocurre una reacción inflamatoria (eritema migratorio) antes de una respuesta significativa de anticuerpos a la infección (conversión serológica).

La enfermedad de Lyme tiene 3 etapas:

– localización temprana

– inicial diseminada, y

– tardia

Las etapas temprana y tardía suelen estar separadas por un intervalo asintomático.

En nuestras latitudes cabe hacer una pregunta, que desarrolla Darío Di Toro en un Editoral en Trends in Cardiovascular Medicine que involucra a la Enfermedad de Chagas y la enfermedad de Lyme: 

¿Son estas dos enfermedades endémicas tan similares? 

La enfermedad de Chagas y la enfermedad de Lyme son dos enfermedades infecciosas zoonóticas endémicas que comparten algunos puntos en común (ambas se transmiten por vectores, y progresan al sistema de órganos terminales). 

Ambas tienen la capacidad de afectar el corazón de diferentes maneras. 

La enfermedad de Chagas puede evolucionar hacia una miocardiopatía dilatada varias décadas después de la infección aguda. 

La carditis debida a B. burgdorferi suele desarrollarse semanas o meses después de la infección y suele manifestarse por un bloqueo auriculoventricular .

Yeung et al. trata de explicar una serie de lecciones aprendidas de la enfermedad de Chagas que se pueden aplicar a la enfermedad de Lyme. 

Los autores publicaron un artículo muy explicativo, con una tabla detallada y un gráfico muy atractivo comparando las similitudes de estas enfermedades. 

Deberíamos preguntarnos si estas dos enfermedades son lo suficientemente similares como para aplicar las lecciones aprendidas de una a la otra. 

Sin embargo, corresponde mostrar algunas diferencias.

La enfermedad de Chagas es una entidad heterogénea con una amplia variación en el curso clínico y pronóstico. 

La miocardiopatía es la secuela más grave de esta enfermedad, que está bien caracterizada y es una complicación bastante común de esta enfermedad (el 30% de los pacientes en la antes denominada fase indeterminada desarrollan compromiso cardíaco).

Sin embargo, la carditis de Lyme representa una manifestación relativamente rara de la enfermedad de Lyme. 

Se estima que la afectación cardíaca se produce en el 0,3-4% de los adultos infectados por Borrelia burgdorferi en Europa y en el 1,5-10% en los Estados Unidos sin un tratamiento antibiótico adecuado.

La miocardiopatía chagásica es una condición permanente y la evolución es variable. 

En un artículo clásico, Rassi et al. evaluó la mortalidad en una cohorte de pacientes con enfermedad de Chagas y desarrolló un puntaje para predecir su mortalidad. 

Según la evolución, los autores dividieron a los pacientes en tres grupos. En la cohorte de validación, la mortalidad durante el período de 10 años fue del 9 % en un paciente de bajo riesgo, del 44 % en pacientes de riesgo moderado y del 85 % en pacientes de alto riesgo.

Se ha demostrado en un grupo seleccionado de pacientes de alto riesgo una mortalidad anual del 10,2%.

El curso clínico de la carditis de Lyme es generalmente leve, de corta duración y, en la mayoría de los casos, completamente reversible después de un tratamiento antibiótico adecuado. 

Sin embargo, también se han informado desenlaces fatales.

La relación entre la infección por Triatoma infestans y el desarrollo de la miocardiopatía chagásica está bien establecida y ahora está emergiendo el consenso de que la persistencia del parásito está directa y causalmente relacionada con la muerte celular y las respuestas inmunitarias provocadas por el parásito, que desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la enfermedad crónica. 

A pesar de las opiniones controvertidas, se ha demostrado que la infección crónica por B. burgdorferi puede desempeñar un papel causal en la miocardiopatía dilatada. 

B. burgdorferi se aisló por cultivo por primera vez en 1990 a partir de una muestra de biopsia de miocardio de un paciente seropositivo con miocardiopatía dilatada y, desde entonces, la enfermedad de Lyme se ha convertido en el tema de muchos estudios como una causa potencialmente reversible de miocardiopatía. 

Sin embargo, la correlación entre la infección por Borrelia y el desarrollo de miocardiopatía dilatada no ha sido confirmada en otros estudios.

Al comparar ambas enfermedades resulta que el Chagas es una entidad bien definida con fases bien diferenciadas y pocas controversias científicas. 

Por el contrario, la enfermedad de Lyme tiene algunas controversias importantes que complican la comparación.

La falta de terminología universalmente entendida contribuye al problema y dificulta los esfuerzos serios para investigar la condición; los términos enfermedad de Lyme crónica, síndrome de enfermedad post-Lyme y enfermedades de Lyme persistentes pueden usarse indistintamente en la literatura.

Muchos pacientes informan síntomas continuos después del tratamiento de la enfermedad de Lyme, y algunos médicos descartan la probabilidad de que los síntomas posteriores al tratamiento estén directamente relacionados con la infección anterior de Lyme. 

Estos puntos de vista se expresan claramente en algunos artículos titulados “Dispelling the Chronic Lyme Disease Mith”.

Algunos médicos usan la serología para descartar o confirmar la enfermedad de Lyme persistente, pero otros no están de acuerdo con esa estrategia. 

La evidencia muestra que ninguna de las pruebas serológicas clínicamente disponibles para la enfermedad de Lyme puede determinar si un paciente tiene o no una infección en curso por B. burgdorferi. 

La serología positiva en pacientes que han sido tratados por la enfermedad de Lyme no es necesariamente indicativa de una infección en curso y los resultados negativos no son indicativos de curación. 

La ausencia de una terminología clara y consensuada y los problemas diagnósticos de esta enfermedad dificultan mucho la investigación.

Finalmente, el mérito es haber encontrado algunos puntos en común en cuanto a la fisiopatología: presentación clínica de la afectación cardíaca y modos de transmisión suficientemente similar para permitir un análisis comparativoentre la enfermedad de Chagas y la de Lyme. 

Di Toro expresa no estar del todo convencido aunque admite que el debate sigue abierto.

Auspicios Institucionales
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  • Asociación Argentina de Cardiología
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