18.09.2025

Estatinas para reducir la grasa del seno renal en pacientes con cáncer de mama sometidas a quimioterapia con antraciclinas 

Un grupo de investigadores de EEUU realizaron un ensayo controlado y aleatorizado como un subestudio del PREVENT-WF-98213, cuyo propósito fue analizar el rol de las estatuas para reducir la grasa del seno renal en pacientes oncológicas afectadas con cáncer de mama tratadas con antraciclinas y publicaron sus hallazgos en la edición del 16 de septiembre de 2025 de PLoS One*.

La NOTICIA DEL DÍA de hoy comentará estas observaciones.

Vale aclarar de inicio que el seno renal es un espacio dentro de la cara medial del riñón que contiene la grasa, el sistema colector renal (cálices y pelvis renal), los vasos sanguíneos (arteria y vena renales), los vasos linfáticos y los nervios, y se extiendes desde el hilio renal. 

Es importante para la localización de anomalías y puede verse afectado por diversas patologías como quistes o depósitos excesivos de grasa (lipomatosis), según la Cleveland Clinic.n

Por su lado PREVENT-WF-98213 fue un ensayo clínico que investigó si el uso de atorvastatina pudo prevenir la cardiotoxicidad inducida por antraciclinas en pacientes con cáncer de mama y linfoma.

Los autores introdujeron el tema en el PLoS One recordando que el cáncer de mama (CM) es el tipo de cáncer más prevalente que afecta a las mujeres en  Estados Unidos. 

Los avances en la detección del CM y el tratamiento adyuvante han contribuido a una disminución significativa de las tasas de mortalidad específicas y un aumento de la supervivencia a largo plazo. 

Sin embargo, algunas mujeres experimentan cambios adversos en la composición corporal durante el tratamiento oncológico, como aumentos de la masa grasa y disminución de la calidad muscular. 

A su vez, estos cambios se relacionan con resultados clínicos negativos, como un mayor riesgo de mortalidad por todas las causas y cardiovascular, y una disminución de la capacidad cardiorrespiratoria. 

Por tales motivos, se necesitan estrategias terapéuticas para reducir los efectos adversos de la adiposidad y promover una supervivencia saludable al cáncer.

Los inhibidores de la hidroximetilglutaril-CoA (HMG-CoA) reductasa (es decir, las estatinas) son agentes hipolipemiantes ampliamente utilizados que se han sugerido como una estrategia terapéutica para mitigar los efectos adversos de la quimioterapia y reducir la grasa intraabdominal y epicárdica. 

Además, los subcomponentes de la grasa intraabdominal, como las mayores cantidades de grasa del seno renal (RSF por sus siglas en inglés de renal sinus fat), se han asociado con disfunción renal e hipertensión en poblaciones sin cáncer. 

Sin embargo, se sabe poco sobre la RSF y las asociaciones con la función renal en mujeres con cáncer de mama. 

Es importante destacar que la función renal deteriorada aumenta el riesgo de mortalidad por todas las causas y específica por cáncer de mama. 

A medida que la supervivencia del cáncer de mama continúa mejorando, es necesario comprender los factores que influyen en la salud a largo plazo de estas pacientes e identificar estrategias para apoyarla. 

Este análisis de subgrupos de un ensayo aleatorizado investigó si la administración de estatinas durante la recepción de quimioterapia estaba asociada con cambios en la RSF entre mujeres tratadas por cáncer de mama, y evaluó si estaba asociada con la función renal.

Para sintetizar lo expresado hasta aquí debe subrayarse que los autores se plantearon como objetivo evaluar si la administración de estatinas atenuaba la acumulación de grasa en el seno renal (RSF) y si ésta estaba asociada con la función renal en mujeres con cáncer de mama (CM) que recibieron quimioterapia basada en antraciclinas.

Este fue un análisis secundario en un subgrupo de mujeres con cáncer de mama en estadio I-III, aleatorizadas a placebo (n = 35) o a estatinas (40 mg/día de atorvastatina, n = 44). 

Al inicio del estudio y 24 meses después de la aleatorización, se midieron la RSF y la grasa intraabdominal mediante resonancia magnética, y la tasa de filtración glomerular estimada (TFGe) se calculó a partir de la creatinina sérica.

Los participantes en este estudio tuvieron un promedio de 51 años de edad (DE 11), el 87% reportó ser de raza blanca y tuvieron un IMC medio (±DE) de 30,2 kg/m2 ( ±6,1). 

La mayoría de las participantes (60%) fueron diagnosticados con CM en estadio II. 

A los 24 meses, la RSF fue mayor en el grupo placebo en relación con el grupo de estatinas (β [IC del 95%], valor p: 0,17 [0,009, 0,34], p = 0,04). 

Después de ajustar para la RSF basal, esta señal permaneció pero fue atenuada (β [IC del 95%], valor p: 0,12 [−0,06, 0,29], p = 0,18). 

En todas los participantes al inicio y antes de comenzar la quimioterapia o la atorvastatin, una RSF más alta se asoció con valores de eGFR más bajos en todas ellas (r = −0,23, p = 0,03). 

A los 24 meses, por grupo de estudio, una mayor RSF se asoció con una disminución de la TFG en el grupo placebo (−0,51, p = 0,01) pero no en el grupo de estatinas (−0,25, p = 0,19).

Es decir que la administración de estatinas pudo reducir la FSR durante la quimioterapia con antraciclinas. 

Estos hallazgos ameritan mayor investigación para determinar si las estatinas protegen la función renal durante el tratamiento del cáncer de mama.

Poniendo en debate sus propios hallazgos, los autores indicaron que en un subgrupo de mujeres con cáncer de mama en estadio I-III sometidas a quimioterapia con antraciclinas y aleatorizadas a 40 mg/día de atorvastatina o placebo, las participantes del grupo de estatinas tendieron a presentar  una disminución de la FSR en comparación con las del grupo placebo. 

Además, un aumento de la FSR se asoció con una menor TFGe al inicio en todas las participantes, antes del inicio de la quimioterapia y la asignación al grupo de estudio. 

Esta asociación se mantuvo a los 24 meses en el grupo placebo, pero el grupo de estatinas no mostró una asociación estadísticamente significativa entre la FSR y la TFGe. 

Estos resultados justifican una mayor investigación para confirmar si la administración de estatinas puede reducir la FSR, un factor de riesgo de enfermedad renal e hipertensión.

A medida que la supervivencia del cáncer de mama continúa aumentando, se necesitan estrategias para mejorar la salud a largo plazo de estas personas. 

Prevenir cambios adversos en la composición corporal durante el tratamiento puede ser un factor clave que puede apoyar una supervivencia saludable del cáncer de mama. 

Algunos tratamientos contra el cáncer pueden ser perjudiciales para los riñones, y si bien el trabajo preclínico y los estudios limitados en humanos muestran que la RSF se asocia con una peor función renal, hay poca evidencia disponible sobre esta variable en poblaciones de cáncer de mama. 

En este caso, los hallazgos sugirieron que puede haber evidencia de una mejoría en la RSF durante la quimioterapia con la administración de una estatina. 

Este hallazgo fue marginalmente significativo al comparar los grupos a los 24 meses. 

Después de considerar la RSF inicial, este hallazgo se atenuó, pero los resultados aún sugirieron una mejoría en la RSF con la terapia con estatinas en un pequeño grupo de participantes (n = 35). 

Dado que la cantidad de RSF en el grupo placebo no cambió, esto pudo sugerir que la quimioterapia con antraciclinas no empeoraba sus niveles, pero la administración de estatinas podía ayudar a reducirla. 

Las cantidades de RSF en este estudio fueron inferiores al promedio informado en la cohorte de Framingham (0,97 cm 2 , percentil 25: 0,73, percentil 75 : 1,34 ) pero similares a la mediana informada en participantes obesos antes de la cirugía bariátrica (2,3 cm 2 [rango intercuartil: 1,7–3,1]).

En poblaciones sin cáncer, un mayor RSF se asocia con disfunción renal, pero esta relación es desconocida en mujeres con CM. 

En esta cohorte, los autores encontraron que mayores cantidades de RSF se asociaron con menores valores de eGFR en todas los participantes al inicio del estudio. 

A los 24 meses, esta asociación persistió dentro del grupo placebo, pero no en el grupo de estatinas, lo que sugiere un beneficio potencial de estos fármacos. 

Como el RSF aumenta en pacientes con obesidad, realizaron correlaciones parciales ajustadas para el IMC y la grasa intraabdominal, y encontraron que un mayor RSF permaneció correlacionado de forma independiente con menores valores de eGFR. 

Además, las participantes con función renal normal (eGFR > 90 mL/min/1,73 m2 ) tendieron a tener menores cantidades de RSF en relación con las participantes con función renal deteriorada (eGFR < 90 mL/min/1,73 m2 ). 

Si bien el tamaño de la muestra en este estudio fue pequeña, trabajos publicados previamente respaldaron estos resultados. 

En poblaciones sin cáncer, el aumento de RSF también se correlacionó con valores más bajos de eGFR en individuos con obesidad y diabetes tipo 2.

Los participantes en el Framingham Heart Study con grasa del seno renal por encima de los percentiles >90 específicos del sexo (grasa del seno renal ≥ 0,445 cm 2 en mujeres y ≥0,71 cm 2 en hombres) tuvieron un mayor riesgo de ERC independientemente del IMC (odds ratio: 1,86, p = 0,04) y la grasa visceral (odds ratio: 1,86, p = 0,05). 

Los hallazgos informados aquí corroboraron otros en poblaciones sin cáncer que mostraron un aumento de RSF como un factor asociado con un eGFR más bajo y un posible beneficio de la administración de estatinas para reducir RSF y proteger eGFR.

La acumulación de RSF puede alterar la función renal a través de cambios estructurales y funcionales. 

El aumento de la presencia de RSF puede constreñir la vena renal y conducir a un mayor volumen renal y presión intrarrenal, y una excreción alterada de sodio. 

Los autores aclararon que gran parte de este trabajo se basó en modelos animales. 

La presión intraabdominal también pudo amplificarse aún más en individuos con obesidad abdominal. 

Además, la compresión de las estructuras renales pudo conducir a la activación del sistema renina-angiotensina-aldosterona, que puede promover enfermedades como la hipertensión, la resistencia a la insulina y la aterosclerosis. 

Finalmente, otros depósitos de grasa ectópica son altamente lipolíticos y proinflamatorios, lo que pudo contribuir a la lesión de los glomérulos renales. 

Se necesita más investigación para comprender estos mecanismos y si difieren en las poblaciones con cáncer y sin cáncer.

Se desconocen los mecanismos por los cuales las estatinas pueden reducir la RSF. 

Sin embargo, en otros estudios que mostraron mejoras en la grasa epicárdica y la proporción de grasa visceral a grasa subcutánea abdominal con la administración de estatinas, se postula que la activación de los receptores activados por el proliferador de peroxisomas (PPAR) por las estatinas aumenta la oxidación de ácidos grasos para reducir estos depósitos de grasa. 

Un concepto adicional puede ser que el aumento de la inflamación durante el tratamiento de quimioterapia con antraciclinas podría conducir a un aumento de la deposición de grasa ectópica, pero los efectos antiinflamatorios de las estatinas podrían ofrecer protección contra la deposición de grasa ectópica. 

En el ensayo original, los marcadores inflamatorios proteína C reactiva, interleucina-6 y factor de necrosis tumoral-α no fueron diferentes en los grupos placebo y estatina.  

En este subconjunto del estudio original, esos marcadores de inflamación no se asociaron con RSF. 

Se necesitan más estudios en una cohorte más grande para confirmar si la administración de estatinas reduce la RSF y los mecanismos por los cuales esto ocurre.

Los valores de eGFR no cambiaron significativamente durante 24 meses de tratamiento del cáncer en los grupos placebo o estatinas. 

Los cambios en eGFR y creatinina sérica desde el inicio hasta los 24 meses se mantuvieron dentro de la variación diaria normal del 30% observable, por lo que es poco probable que estos cambios reflejen deterioros clínicamente relevantes de la función renal. 

Otros tratamientos comunes contra el cáncer, como el cisplatino, pueden ser más perjudiciales para los riñones que las antraciclinas.

Por estadios de ERC, se observó una tendencia en el cambio en la proporción de participantes que cumplían los criterios de función renal anormal. 

Al inicio, el 44% de los participantes tenía función renal anormal en comparación con el 52% a los 24 meses. 

Estos análisis fueron descriptivos y no se ajustaron a las variables de confusión, aunque los cálculos de eGFR tienen en cuenta la edad y el sexo. 

En consonancia con los hallazgos aquí comentados, informes previos han descrito una prevalencia del 53-57% de insuficiencia renal en pacientes con cáncer avanzado. 

El tratamiento del cáncer puede afectar negativamente a determinados individuos. 

Por ejemplo, los individuos con cáncer avanzado o los individuos de edad avanzada pueden tener un mayor riesgo de toxicidad renal. 

De hecho, se recomienda la monitorización de la función renal en los individuos tratados por cáncer. 

La presencia de comorbilidades adicionales también puede afectar al riesgo de una persona de deterioro de la función renal. 

Si bien los autores no pudieron explorar estos subgrupos aquí debido al pequeño tamaño de la muestra, estudios futuros en cohortes más grandes podrían examinar los impactos del tratamiento del cáncer en la función renal y si el uso de estatinas afecta a esos hallazgos.

La dosis de estatinas puede variar y el momento de su administración también puede influir en los resultados. 

En un metaanálisis de ensayos controlados aleatorizados con más de 110 000 participantes, la administración de estatinas ralentizó la disminución de la TFGe; sin embargo, este metaanálisis no se realizó en pacientes con cáncer, y la dosis de estatinas osciló entre 10 y 80 mg de diversas estatinas. 

En este estudio, todos los participantes del grupo de estatinas recibieron 40 mg/día de atorvastatina, y los participantes comenzaron la terapia con estatinas o placebo entre 24 y 48 horas antes de comenzar la quimioterapia. 

Por lo tanto, a partir de este estudio no se puede determinar si iniciar el tratamiento con estatinas antes, durante un tiempo más prolongado o con una dosis diferente alteraría la función renal o la FSR de forma distinta a la descrita aquí.

Las fortalezas de este estudio incluyeron el diseño prospectivo y la aleatorización de los grupos de estudio para limitar el sesgo y las diferencias entre ellos. 

Además, la resonancia magnética se considera el método de referencia para la evaluación de depósitos de grasa ectópicos. 

Si bien se ha reportado toxicidad renal en poblaciones con cáncer, existen pocos datos disponibles sobre la función renal o la RSF en individuos sometidos a tratamiento para el cáncer de mama, y este trabajo amplía dicha literatura. 

Este estudio también presentó varias limitaciones. 

La mayoría de la cohorte reportó raza blanca, y la raza negra fue la única otra raza incluida debido al pequeño tamaño de los grupos. 

Diversas poblaciones de pacientes pueden responder de manera diferente a los tratamientos, y la limitada diversidad racial de este estudio no reflejó la población general de pacientes con cáncer de mama, lo que limitó la generalización de los resultados. 

Este estudio realizó un seguimiento de los pacientes durante 24 meses; sin embargo, una duración más prolongada del estudio podría arrojar resultados diferentes y una mejor comprensión del impacto a largo plazo de las estatinas en la RSF y la salud renal. 

El tamaño de la muestra limitó también la potencia estadística. 

Con la diferencia de medias detectada aquí (0,23 unidades), se requerirían 95 participantes por grupo para obtener un 80% y un nivel de significancia del 5%. 

Por lo tanto, si bien los autores esperaron que la diferencia de medias reportada aquí fuera cierta, no tuvieron la potencia estadística suficiente para detectar dicha diferencia. 

Utilizaron los datos disponibles en esta cohorte para explorar una pregunta de investigación de relevancia clínica, y los hallazgos podrían justificar un seguimiento adicional. 

Finalmente, la TFGe se calculó a partir de una muestra de creatinina en cada momento, la cual pudo verse afectada por la ingesta de proteínas en la dieta, el ejercicio y/o la masa magra. 

Las investigaciones futuras deberían intentar reproducir los hallazgos con muestras repetidas de creatinina sérica y/o cistatina C sérica.

En resumen, los resultados de este análisis secundario en un subgrupo de mujeres que recibieron quimioterapia con antraciclinas para el tratamiento del cáncer de mama en estadios I-III, aleatorizadas a 40 mg/día de atorvastatina frente a placebo durante 24 meses, indicaron que la FSR tendió a disminuir en el grupo de estatinas. 

Además, niveles más altos de FSR se asociaron con una menor TFGe en todas las participantes al inicio y a los 24 meses en las participantes aleatorizadas al grupo placebo. 

En cohortes más amplias, futuras investigaciones podrían aportar información valiosa sobre la eficacia de las estatinas como intervención farmacológica para reducir la FSR y comprender su impacto en la salud renal de las pacientes con cáncer.

* Hundley WW, O’Connell NS, Kirkman DL, Olson KC, Reding KW, Ky B, Ruddy KJ, Lesser GJ, D’Agostino RB Jr, Hundley WG, Bellissimo MP. Statins to reduce renal sinus fat among breast cancer patients undergoing anthracycline-based chemotherapy: A substudy of PREVENT-WF-98213. PLoS One. 2025 Sep 16;20(9):e0318017. doi: 10.1371/journal.pone.0318017. PMID: 40956798; PMCID: PMC12440191.

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