01.05.2024

Homenaje a los Mártires de Chicago

La que será la NOTICIA DEL DÍA 2 de mayo fue escrita durante el 1º de Mayo, fecha histórica conocida en el mundo como Día del Trabajo, en Homenaje a los Mártires de Chicago.

Es por ello que este texto se dedicará a rendir Homenaje a George Engels, Samuel Fielden, Adolf Fisher, Luis Ling, Michael Schwab, Albero Parsons, Oscar Neebe y Hessis Auguste Pies.

Se transcribirá un texto conmemorativo publicado en diciembre de 2016 en LA DEFENSA, Revista en línea del Instituto de Estudios Legislativos de la Federación Argentina de Colegios de Abogados 

(https://www.ladefensa.com.ar/La%20Defensa%203/martires-de-chicago.html#:~:text=Los%20m%C3%A1rtires%20de%20Chicago%20fueron,dinamita%20explotado%20en%20su%20boca)

En el siglo XIX, la lucha por la jornada de ocho horas, provocó un movimiento internacional que se tradujo en innumerables actos, movilizaciones y huelgas, en las que se destacan por la combatividad que ponen en ello, los militantes del anarquismo.

En Estados Unidos, ya en 1829, se registra un petitorio presentado en la legislatura del Estado de Nueva York. 

Para 1886, diecinueve Estados y un Territorio, tenían leyes que regularon una jornada legal que iba entre las ocho y las diez horas.

En 1886, en la ciudad de Chicago, Estado de Illinois, centro industrial sumamente importante, las condiciones de trabajo eran extenuantes y el movimiento obrero bregaba por conseguir el límite legal, llegando a la huelga en reiteradas oportunidades.

La represión se manifestó  con particular violencia. 

Poco tiempo antes de los hechos de Chicago, en Milwaukee, una de esas huelgas había provocado una represión  policial que dejó nueve muertos y un tendal de heridos. Hechos de ese tenor se repitieron en en Filadelfia, Louisville, Saint Louis, Baltimore.

Las movilizaciones que se llevaron a cabo el 1º de Mayo de 1886, en Chicago sucedían en ese contexto y encontraron en el empresariado local y la prensa que respondía a sus intereses una dura resistencia.

Las empresas contestaron el lock out patronal y un movimiento de cerca de 40.000 trabajadores en huelga, llevaba actos de denuncia de la situación e insistía en el reclamo de establecimiento de la jornada máxima de ocho horas.

Uno de esos actos sucedió  el 3 de mayo, frente a las grandes fábricas de maquinarias agrícolas McCormick Hervester Works, cuando un grupo de huelguistas se enfrentó con los esquiroles y la policía privada (los pinkerton) contratados por la patronal. 

La policía reprimió salvajemente a obreros, incluidos sus compañeros y niños y dejó por lo menos seis muertos entre ellos y más de cincuenta heridos.

La huelga se endureció y los actos de repudio y organización del sepelio de los muertos y ayuda de los heridos se sucedieron.

Al día siguiente, culminaron esas movilizaciones, en un acto público que había sido autorizado por el Alcalde de la ciudad y al que había acudido personalmente para controlarlo. 

El acto se llevó a cabo en Haymarket Square, en el centro del distrito de aserraderos y frigoríficos y a media cuadra de la comisaría que allí existía. 

Cuando el acto estaba terminando y quedaban un pequeño grupo de trabajadores escuchando al último orador de los muchos que habían hablado en la improvisada tribuna, y el Alcalde ya se había retirado del lugar, un fuerte contingente policial carga sin que nada autorizase a tal hecho, sobre la multitud y en esas circunstancias, una bomba arrojada contra los policías, provoca la muerte de uno de ellos.

Nunca se pudo identificar debidamente al autor del atentado, ni llegar a saber ni siquiera, si era una acto de provocación, instrumentado desde los grupos de represión.

Lo cierto es que se montó sobre el hecho un infame proceso judicial, cargado de corrupción, venalidad y abusos.

Los organizadores de los actos y militantes más conocidos, eran anarquistas y como tales fueron juzgados. 

Se usó el proceso para poner en juicio al anarquismo y por medio de la justicia, sentar un fallo aleccionador, que condenando a ocho inocentes del asesinato ocurrido, reprobó a esa ideología y sembró el espanto entre los trabajadores que la seguían.

Los mártires de Chicago fueron : Michael Schwab, Louis  Lingg, Adolh Fisher, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Hessois Auguste Spies, Oscar Neebe, George Engel.

Louis Lingg, el día anterior a su ejecución, apareció en su celda herido de muerte, con un cartucho de dinamita explotado en su boca. Se duda si se trató de hacer pasar esto como un suicidio o fue un acto inmolación para conseguir el indulto de los compañeros.

Cuatro de los procesado, fueron ejecutados por la horca.

La noticia de su ejecución sacudió al mundo. 

José Martí, para entonces corresponsal del diario La Nación, publicó el 11 de noviembre de 1886, una crónica que sacudió la conciencia social de los argentinos, del cual serán transcriptos los primeros párrafos y que terminó así:

«Ya vienen por el pasadizo de las celdas, a cuyo remate se levanta la horca; delante va el alcalde; al lado de cada reo marcha un corchete; Spies va a paso grave, desgarrados los ojos azules, hacia atrás el cabello bien peinado, magnífica la frente; Fischer le sigue, robusto y poderoso, enseñándose por el cuello la sangre pujante, realzados por el sudario los fornidos miembros. 

Engel anda detrás, a la manera de quien va a una casa amiga; sacudiéndose el sayo incómodo con los talones. 

Parsons, como si no tuviese miedo a morir, fiero, determinado, cierra la procesión a paso vivo. 

Acaba el corredor y ponen el pié en la trampa; las cuerdas colgantes, las cabezas erizadas, las cuatro mortajas… 

Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos se caen a la vez en el aire, dando vueltas y chocando…».

Los otros tres condenados a prisión, fueron Feelden, Neebe y Schwab.

Siete años más tarde, en 1893, un nuevo gobernador del Estado de Illinois, John Peter Altgeld [1], a partir de un petitorio de 60.000 firmas, apoyado entre otros por grandes figuras jurídicas y políticas estadounidenses, como Clarence Darrow, el capitán Black y Schilling, revisó el infame proceso judicial, demostró los torpes vicios con que había sido sustanciado y reconociendo la inocencia de los condenados, ordenó su perdón absoluto y los indultó.

Los fragmentos de las palabras de los condenados en ese funesto juicio amañado desde el poder, forman parte de los alegatos más significativos que la humanidad registra.   [2]

Recogemos como ejemplo estas palabras de George Engel, de oficio impresor, ante el tribunal que lo condenó a muerte:

“Es la primera vez que comparezco ante un tribunal norteamericano,  en él se me acusa de asesino. ¿ Y por qué razón estoy aquí ? ¿ Por qué razón se me acusa de asesino ? Por la misma que me hizo abandonar Alemania : por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora.

“Aquí también, en esta “República libre”, en el país más rico de la tierra, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales arrastran una vida miserable. 

Aquí he visto a seres humanos buscando con qué alimentarse en los montones de basura de las calles.

[…] 

“Cuando en 1878 vine desde Filadelfia a este ciudad creí que iba a hallar más fácilmente medios de vida aquí, en Chicago, que en aquella ciudad, donde me resultaba imposible vivir por más tiempo. 

Por mi desilusión fue completa. 

Entonces comprendía que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York, Filadelfia y Chicago, así como no lo hay entre Alemania y esta tan ponderada república. 

Un compañero de taller me hizo comprender, científicamente, la causa de que en este país rico no pueda vivir decentemente el proletariado. 

Compré libros para ilustrarme más y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos socialistas demócratas caían en la corrupción más completa. 

“Entonces entré en la Asociación Internacional de los Trabajadores. Los miembros de esta Asociación estamos convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. En ella podemos aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud y que, así como fue ahorcado el primero que este país agitó a la opinión contra la esclavitud vamos a ser ahorcados nosotros […]

“¿ En qué consiste mi crimen ?

“En que ha trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones […] otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de  la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar […]

“La noche en que fue arrojada la primera bomba en este país, yo estaba en mi casa y no sabía una palabra de la “conspiración” que pretende haber descubierto el ministerio público. Es cierto que los conozco por haberlos visto en las reuniones de trabajadores. No niego tampoco que hablado en varios mitines ni niego haber pronto sería derribado el sistema capitalista imperante.

Esa es mi opinión y mi deseo [pero] no combato individualmente. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes sus amigos.

[1] Una muy conocida novela biográfica de ese gobernador demócrata, que pagó el fin de su carrera política y la justificada aspiración a ser presidente, a partir de la campaña en su contra orquestada por haber tenida de tomar esa medida, fue escrita por Howard Fast, “El americano. Una leyenda del medio oeste”. Claridad, Buenos Aies, 1958.

[2] Ver: SELSER, Gregorio; “Los mártires de Chicago”, pag. 257, “Historia del movimiento obrero ”, tomo 2,  Centro Editor de América Latina, Bs. As., Arg., con cita de Pierre Ramus, Der Justizmond von Chicago, Zum Amgedenken, 11, november 1887.

JOSÉ MARTÍ Y SU CRÓNICA PARA EL DIARIO LA NACIÓN.

José Martí, envió al diario La Nación ésta comunicaciòn referida al infame cumplimiento de una sentencia que conmovió al mundo. El diario porteño, publicó un extracto de esta carta.

Nueva York, Noviembre 13 de 1887.

Señor Director de La Nación:

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

José Martí.

La Nación, Buenos Aires, 1 de enero de 1888.

Fuente:http://seniales.blogspot.com.ar/2012/05/los-martires-de-chicago-por-jose-marti.html

 

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