25.02.2025

Implicancias del sueño prolongado en la salud cardiovascular

Investigadores que se desempeñan en la Universidad Dr. Kiran C. Patel de Davie, EEUU realizaron una revisión sistemática que analizó el rol del sueño prolongado en relación a la salud cardiovascular, y publicaron sus observaciones en la edición del 20 de enero de 2025 de Cureus*.

Tal será el tema que será hoy comentado en la NOTICIA DEL DÍA.

Los autores señalaron de inicio, que la duración del sueño, un componente crucial de la vida diaria, ha ganado considerable atención en el campo de la salud pública y la medicina debido a sus profundas implicancias para el bienestar general. 

Si bien los efectos perjudiciales de la corta duración del sueño en la salud cardiovascular han sido ampliamente documentados y difundidos, como las asociaciones con mayores riesgos de hipertensión, enfermedad de la arteria coronaria (EAC) y accidente cerebrovascular, las repercusiones menos conocidas de la larga duración del dormir a menudo se han pasado por alto. 

La duración óptima del sueño necesaria para una buena salud sigue siendo un tema de debate. 

Sin embargo, en los últimos años, la evidencia emergente destaca una relación en forma de U entre la duración del reposo y los resultados cardiovasculares. 

Si bien el sueño corto puede contribuir al estrés cardiovascular a través de mecanismos como el aumento de la actividad simpática y la mala regulación de la glucosa, las duraciones prolongadas del descanso pueden alterar los ritmos circadianos y la regulación autónoma, promoviendo la inflamación y las alteraciones metabólicas. 

Esto enfatiza la importancia de reconocer que tanto el sueño insuficiente como el excesivo pueden plantear amenazas significativas de mayor riesgo de accidente cerebrovascular, enfermedad coronaria y enfermedades cardiovasculares totales (ECV) como la hipertensión y la coronariopatía.

La duración prolongada del dormir, que normalmente se define como más de ocho horas por noche, se ha categorizado de diversas formas en umbrales como >9 horas y >10 horas.

Cada uno de estos umbrales representa períodos de sueño cada vez más prolongados que a menudo se consideran en los estudios de investigación. 

Sin embargo, la definición de duración prolongada del sueño se complica aún más por factores demográficos que influyen significativamente en los patrones de reposo. 

Por ejemplo, ciertas personas jóvenes, ciertos grupos culturales y personas con enfermedades crónicas tienden a exhibir duraciones de sueño más largas. 

Por el contrario, los adultos mayores, los trabajadores por turnos y los padres de niños pequeños con frecuencia experimentan duraciones de descanso más cortas debido a las demandas y responsabilidades del estilo de vida.

La hipertensión, la enfermedad coronaria y el accidente cerebrovascular se encuentran entre las principales causas de morbilidad y mortalidad global, y en conjunto contribuyen a aproximadamente 17,9 millones de muertes cada año. 

La hipertensión por sí sola afecta a más del 33% de la población mundial, y el accidente cerebrovascular es un contribuyente importante a los años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) en todo el mundo, con su prevalencia particularmente alta en los países de ingresos bajos y medios. 

Cabe destacar que la duración del dormir también juega un papel crucial en la salud cardiovascular, afectando el desarrollo y la progresión de estas afecciones. 

Los patrones de descanso normales ayudan a regular la presión arterial, pero las desviaciones de las duraciones típicas del sueño (demasiado cortas o demasiado largas) pueden conducir a resultados cardiovasculares adversos. 

La hipertensión, por ejemplo, a menudo se ve exacerbada por la mala calidad y duración del dormir. 

De manera similar, las duraciones del reposo tanto cortas como largas se han relacionado con un mayor riesgo de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular, lo que resalta la compleja relación entre el sueño y la salud cardiovascular. 

Varios factores de riesgo establecidos para la ECV, como la predisposición genética y las opciones de estilo de vida, se relacionan con la duración del descanso. 

Los malos hábitos de dormir pueden exacerbar otros factores de riesgo como la obesidad y la diabetes, creando un efecto multiplicador sobre el riesgo cardiovascular.

Además, los factores sociales como la raza, el nivel socioeconómico y el acceso a la atención médica también desempeñan un papel crucial en la determinación de los resultados cardiovasculares. 

Estos determinantes están estrechamente vinculados a las disparidades en la calidad y la duración del sueño, lo que agrava aún más el riesgo cardiovascular en las poblaciones vulnerables.

Comprender los impactos matizados de las duraciones de descanso largas y cortas en la salud cardiovascular es crucial para desarrollar intervenciones efectivas y promover prácticas de sueño óptimas. 

Esta revisión examinó la intrincada relación entre la duración del sueño y la salud cardiovascular, y proporcionó información sobre cómo los diferentes patrones de reposo influyen en el riesgo y el manejo de las ECV.

En síntesis de lo hasta aquí expresado, la duración del dormir es un determinante importante de la salud cardiovascular, pero los efectos adversos de una duración prolongada siguen sin explorarse. 

Si bien el sueño breve tiene asociaciones bien documentadas con un mayor riesgo cardiovascular, la evidencia emergente destaca una relación en forma de U, en la que el dormitar excesivo también se relaciona con resultados adversos. 

Esta revisión sistemática evaluó la asociación entre la duración prolongada del sueño y los resultados de salud cardiovascular, incluida la enfermedad coronaria (EAC), el accidente cerebrovascular, el infarto de miocardio (IM), la hipertensión, la insuficiencia cardíaca (IC) y la aterosclerosis. 

Una búsqueda sistemática en PubMed, Embase y Web of Science identificó 38 estudios publicados entre 2008 y 2024 que investigaron la relación entre la duración del dormir y la salud cardiovascular. 

La duración prolongada se asoció de manera constante con un mayor riesgo de EAC, accidente cerebrovascular (isquémico y hemorrágico), hipertensión e IM. 

Los marcadores inflamatorios elevados, como la proteína C reactiva (PCR) y la interleucina-6 (IL-6), surgieron como mediadores potenciales junto con factores demográficos y de estilo de vida, incluida la edad, el género y el nivel socioeconómico. 

La duración prolongada del reposo puede ser un factor de riesgo modificable para las enfermedades cardiovasculares. 

La incorporación de evaluaciones del sueño en las valoraciones del riesgo cardiovascular podría orientar las estrategias de prevención, y se necesitan más investigaciones para dilucidar los mecanismos y desarrollar intervenciones específicas.

Poniendo en discusión las observaciones comentados, los autores se detuvieron en clarificar situaciones particulares, como por ejemplo la relación entre el sueño prolongado y la enfermedad coronaria

Varios estudios sugirieron que una larga duración del sueño se asocia con un mayor riesgo de CAD. 

Las personas que duermen más de nueve horas por noche tienen puntuaciones de calcio en la arteria coronaria (CAC) significativamente más altas, lo que indica aterosclerosis subclínica, en comparación con aquellos que duermen menos de siete horas (sueño corto) o de siete a nueve horas (sueño óptimo). 

Específicamente, la prevalencia de enfermedad coronaria fue más alta en el grupo con una larga duración del dormir (5,5% de 1.058 participantes), en comparación con aquellos con un reposo óptimo (3,7%) y uno corto (3,5%). 

El descanso prolongado también se ha relacionado con niveles elevados de marcadores inflamatorios, como la PCR y el fibrinógeno, que contribuyen al desarrollo y progresión de la CAD. 

Los niveles elevados de PCR se han asociado con un aumento de la rigidez arterial, lo que exacerba aún más el riesgo cardiovascular. 

La velocidad de la onda de pulso braquial-tobillo (baPWV por sus siglas en inglés de brachial-ankle pulse wave velocity), una medida de rigidez arterial, se asoció significativamente con una duración prolongada del dormir, particularmente en mujeres y participantes menores de 60 años. 

Las personas con una duración prolongada del reposo no solo tuvieron puntuaciones CAC (calcio coronario) más altas (>100 en el 3,6 % de los participantes), sino que también exhibieron los valores baPWV más altos a 1364,1 cm/segundo, lo que resalta un mayor riesgo cardiovascular.

Un puntaje de 100 a 300 indica que hay depósitos moderados de placa.

En múltiples estudios se ha informado de forma consistente de una asociación en forma de U entre la duración del sueño y el riesgo de CAD, y tanto las duraciones de sueño extremadamente cortas (≤5 horas) como las extremadamente largas (>10 horas) se vincularon a tasas más altas de CAD. 

Entre estos, aquellos con duraciones de sueño extremadamente largas tuvieron la prevalencia de CAD más alta con un 8%, particularmente entre los participantes menores de 65 años, lo que sugiere que la edad avanzada podría ser un factor importante a considerar en futuras investigaciones. 

El estudio de Bochkarev et al. también confirmó esta relación en forma de U, informando que los que duermen mucho tenían una prevalencia de CAD del 11,9% en comparación con aquellos con duraciones de sueño más cortas u óptimas. 

Este patrón de relación en forma de U se ha observado en varias poblaciones, incluidas las mujeres posmenopáusicas, lo que agrega más evidencia de que tanto el dormir insuficiente como el excesivo están asociados con un mayor riesgo de CAD. 

Además, un estudio poblacional de Lu et al. se encontró que una duración prolongada del reposo se asociaba de forma independiente con la enfermedad coronaria, incluso después de ajustar los factores de riesgo tradicionales, como la hipertensión, la diabetes y la hiperlipidemia. 

Estos hallazgos sugieren que una duración prolongada del sueño puede ser un factor de riesgo modificable para la enfermedad coronaria y que las intervenciones destinadas a optimizar su duración podrían reducir potencialmente el riesgo de padecerla.

También hicieron referencia a la relación entre el sueño prolongado e infarto de miocardio

Esta asociación se observó de forma consistente en múltiples estudios, y algunos informaron que las personas con una duración de reposo prolongada (>8 horas) tuvieron una incidencia significativamente mayor de infarto de miocardio en comparación con las que dormían de seis a ocho horas. 

Los mecanismos subyacentes pueden implicar períodos prolongados de inactividad, lo que lleva a una disfunción endotelial y una biodisponibilidad reducida de óxido nítrico, ambos factores clave en la aterogénesis. 

Además, un estudio de Butler et al. encontró que la disfunción autonómica, caracterizada por una variabilidad reducida de la frecuencia cardíaca y una mayor actividad simpática, era prevalente entre las personas con duraciones de sueño prolongadas, lo que aumentaba su susceptibilidad a los eventos isquémicos. 

El estudio de Pan et al. respaldó aún más estos hallazgos, demostrando que el sueño prolongado estaba relacionado con una mayor rigidez arterial, un precursor del infarto de miocardio. 

El estudio Sleep Apnea Cardiovascular Endpoints (SAVE) de Li et al. mostró que la duración prolongada del dormir se asoció con una mayor incidencia de infarto de miocardio, incluso después de ajustar la respiración alterada durante el reposo lo que sugiere que la relación entre el dormitar prolongado y el infarto de miocardio es independiente de la apnea obstructiva del sueño. 

Un estudio que utilizó datos del Biobanco del Reino Unido realizado por Cheng et al. examinó la relación entre la somnolencia diurna excesiva, que se sabe que está asociada con la ECV, y las duraciones prolongadas del sueño, que encontraron un aumento del 91% en la incidencia de infarto de miocardio. 

En comparación, el dormir prolongado sin somnolencia diurna aún mostró un aumento del 39% en la incidencia de infarto de miocardio. 

Los investigadores admitieron que los mecanismos detrás de los resultados no están claros y necesitan más pruebas. 

Estos resultados resaltaron la importancia de mantener una duración óptima del sueño para reducir el riesgo de infarto de miocardio, particularmente en personas con afecciones cardiovasculares preexistentes.

Otro aspecto abordado por los autores fue la interrelacion entre el sueño prolongado y la frecuencia cardíaca

La evidencia de estudios basados en la población apoya el vínculo entre el dormir prolongado y la IC. 

Un análisis de los datos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) por Lalitnithi et al. encontró que las personas con una duración de reposo prolongada (>9 horas) tuvieron una prevalencia más alta de hipertrofia ventricular izquierda y disfunción diastólica, ambas precursoras de la IC. 

Los niveles elevados de PCR y fibrinógeno, ambos marcadores de inflamación sistémica, se observaron consistentemente en personas que dormían excesivamente, lo que sugirió un estado de inflamación crónica que pudo contribuir a la remodelación miocárdica y la disfunción ventricular.

El estudio de Butler et al. también indicó que la duración prolongada del reposo se asoció con una mayor actividad del sistema nervioso simpático, lo que pudo conducir a una remodelación cardíaca adversa. 

Estudios longitudinales previos encontraron que las personas con sueño prolongado tuvieron un mayor riesgo de desarrollar IC durante un período de seguimiento de 10 años, incluso después de ajustar los factores de confusión como la obesidad, la diabetes y la hipertensión. 

Los estudios de aleatorización mendeliana realizados por Wang et al. también identificaron un vínculo causal entre la duración prolongada del reposo y un mayor riesgo de IC, lo que fortalece aún más la evidencia de esta asociación.

La asociación entre la duración prolongada del sueño y el accidente cerebrovascular está bien documentada, y el dormir prolongado se relacionó con un riesgo elevado de accidente cerebrovascular isquémico y hemorrágico. 

Un estudio de casos y controles a nivel nacional realizado por Kim et al. encontró que las personas que dormían más de nueve horas por noche tuvieron un mayor riesgo de hemorragia intracerebral. 

De manera similar, se informó que la duración prolongada del sueño se asoció con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, particularmente entre los adultos mayores. 

En una cohorte de 98.634 sujetos en el transcurso de 13 a 15 años, hubo un aumento de 1,5 a 2,5 veces en el riesgo de mortalidad por accidente cerebrovascular isquémico y total (de cualquier naturaleza) en personas que dormían nueve horas o más por noche. 

Los autores sugirieron que este mayor riesgo podría explicarse por condiciones de salud subyacentes, inflamación sistémica y regulación autónoma deteriorada asociada con la duración prolongada del reposo. 

Otro estudio observó que las personas que duermen más de ocho horas tuvieron un riesgo 1,8 veces mayor de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico después de ajustar por edad, sexo, presión arterial sistólica, diabetes, índice de masa corporal, lipoproteína de baja densidad (LDL) y número de arterias coronarias afectadas.

Mecanismos como la autorregulación cerebral deteriorada, la inflamación sistémica y el aumento de la actividad del sistema nervioso simpático se enumeraron como posibles razones para el aumento del riesgo. 

Todos estos factores pudieron contribuir a un mayor riesgo de accidente cerebrovascular al afectar la salud vascular y aumentar la probabilidad de formación de coágulos y otros eventos isquémicos. 

Se ha informado de que existe un aumento significativo del riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico entre las mujeres, y las que duermen mucho presentan más del triple de probabilidad de este evento cerebrovascular. 

Aunque el razonamiento de este fenómeno no se conoce por completo, se planteó la hipótesis de que esta marcada diferencia entre los valores pudo deberse a los niveles hormonales y a factores psicológicos entre hombres y mujeres. 

Muchos estudios demostraron asociaciones entre la duración prolongada del sueño y el accidente cerebrovascular en poblaciones específicas. 

Por ejemplo, un estudio de Petrov et al. mostró una fuerte asociación entre los hombres blancos que dormían más de nueve horas y la incidencia de accidente cerebrovascular. 

El estudio mencionó además que este contraste se ha demostrado en varios metaanálisis; sin embargo, el razonamiento para esto aún se desconoce y muestra algunos de los límites de la literatura actualmente disponible. 

El estudio SAVE de Li et al. mostró que las personas que dormían mucho y tenían apnea obstructiva del sueño tuvieron un riesgo significativamente mayor de eventos cerebrovasculares que aquellos que dormían poco.

Las tres principales explicaciones para estos hallazgos fueron que la hipoxia aguda o de largo plazo impactaría al cerebro de manera diferente que al corazón en relación con la vasculatura colateral variable, las alteraciones bioquímicas y fisiológicas nocturnas como picos agudos de presión arterial post-apneicos y la mayor exposición a eventos de apnea al dormir por períodos más largos. 

Al examinar el mecanismo molecular involucrado, algunos estudios demostraron además que la larga duración del sueño estaba asociada con mayores niveles de citocinas inflamatorias, incluyendo IL-6 y factor de necrosis tumoral-alfa (TNF-α), que contribuyen a la patogénesis del accidente cerebrovascular. 

Estos hallazgos subrayaron la importancia de controlar la duración del reposo en los sobrevivientes de un accidente cerebrovascular para reducir el riesgo de recurrencia

El sueño prolongado se ha relacionado con un mayor riesgo de aterosclerosis, posiblemente a través de vías inflamatorias y metabólicas. 

Un estudio que utilizó el grosor íntima-media de la carótida (IMT por sus siglas en inglés de intima-media thickness) y la puntuación CAC demostró que las personas con duraciones de sueño más prolongadas exhibieron niveles más altos de aterosclerosis subclínica. 

La inflamación crónica, como lo indicaron los niveles elevados de PCR, parece desempeñar un papel crucial en la mediación de esta relación. 

Se ha informado que el dormir prolongado se asoció con mayores niveles de IL-6, que es otro marcador inflamatorio implicado en la aterosclerosis. 

Un marcador predominante para la ECV es el aumento del IMT, que se ha informado que está asociado con una larga duración del sueño. 

Debido a que el aumento del IMT es un signo de aterosclerosis subclínica, aumenta el riesgo de muchas formas de ECV. 

La rigidez de la arteria carótida se utiliza con menos frecuencia como un factor para dirigir la atención clínica, pero es igualmente eficaz en términos de predicción de la ECV. 

Un estudio de aleatorización mendeliana demostró una posible relación causal entre el sueño prolongado y el aumento de la carga aterosclerótica.

Además, se informó que el dormitar prolongado estaba asociado con un aumento de la rigidez arterial.

La hipertensión es otra enfermedad cardiovascular importante relacionada con la duración prolongada del sueño. 

Los estudios revisados indican que el dormir excesivo puede alterar la regulación circadiana normal de la presión arterial, lo que lleva a una presión arterial más alta y patrones sin descenso. 

Un estudio encontró que las personas con un descanso prolongado tuvieron una mayor prevalencia de presión arterial nocturna sin descenso, lo que potencialmente aumenta el riesgo de hipertrofia ventricular izquierda. 

En un estudio de cinco años de Huang et al., se determinó que la duración prolongada del sueño condujo a un riesgo significativamente mayor de desarrollar hipertensión. 

Otro informe de Budania et al. encontró que el riesgo de hipertensión aumentó en un 30,1% en los participantes con una duración prolongada del descanso (>8 horas/día) en comparación con aquellos con una duración normal (seis a ocho horas/día). 

También se ha informado de una asociación positiva entre la duración prolongada del sueño y la hipertensión en sujetos de 45 años de edad o más.

Un estudio de cohorte prospectivo de Zhu et al. examinaron a 5.532 mujeres embarazadas en la etapa temprana de la gestación, las primeras 12 semanas de embarazo, y compararon sus patrones de dormir con el riesgo de hipertensión y preeclampsia. 

Los resultados del estudio mostraron que una duración prolongada del descanso (>9 horas/día) para las mujeres embarazadas en la etapa temprana de la gestación se asoció con un aumento significativo en los niveles de presión arterial en comparación con aquellas con patrones de sueño normales, mala calidad del mismo e incluso una duración más corta. 

Sin embargo, una mayor duración del sueño no se asoció con la preeclampsia.

Los autores también hicieron mención a los marcadores inflamatorios.

La inflamación parece ser una vía común que vincula la duración prolongada del sueño con resultados cardiovasculares adversos. 

Se han observado niveles elevados de PCR y fibrinógeno entre individuos con duraciones prolongadas del dormir, lo que indica un estado de inflamación crónica de bajo grado. 

Estudios previos han encontrado que los niveles elevados de PCR se asociaron con una mayor rigidez arterial y disfunción endotelial, que son factores clave en el desarrollo de ECV. 

En un estudio de cinco años, se midieron los niveles de PCR entre individuos con diferentes duraciones del dormitar: 

corto (<6 horas, N = 2.755), 

adecuado (seis a siete horas, N = 8.714) y 

largo (>7 horas, N = 6.166). 

El estudio observó una correlación en forma de U entre la duración del sueño y los niveles de PCR, que se relacionó con la mortalidad cardiovascular. 

El riesgo no ajustado de mortalidad CV entre aquellos con sueño corto y sueño largo fue 62% y 103% más alto que aquellos con domar óptimo. 

El riesgo elevado siguió siendo significativo después del ajuste multivariado y fue consistente entre hombres y mujeres.

Un segundo estudio examinó más a fondo la relación entre la duración del sueño y la PCR, y descubrió que una duración prolongada estuvo relacionada con mayores probabilidades de niveles anormales de PCR y otros marcadores biológicos como la lipoproteína de alta densidad (HDL), la hemoglobina glucosilada (HbA1c) y la glucosa en sangre. 

Este estudio categorizó las duraciones del sueño de la siguiente manera: 

sueño corto (<6 horas) con 7483 personas, duración recomendada (>6 horas a <9 horas) con 13 341 personas y 

sueño largo (>9 horas) con 2925 personas. 

La categoría de sueño largo mostró los niveles anormales más altos de PCR (6,12 en comparación con 3,08 en el sueño corto), HbA1c (1,54 en comparación con 1,25 en el sueño corto) y glucosa (1,45 en comparación con 1,09 en el sueño corto).

El fibrinógeno es una proteína inflamatoria clave involucrada en la coagulación sanguínea y sirve como un biomarcador valioso para evaluar el riesgo de ECV. 

Algunos estudios han destacado la correlación entre la duración prolongada del sueño y la ECV, específicamente midiendo los niveles de fibrinógeno en mujeres debido a su asociación con mayores probabilidades de IMT de más de 1,2 mm. 

El estudio de Hale et al. mostró una asociación entre el sueño prolongado (9+ horas) y los niveles de fibrinógeno y también informó mayores probabilidades de enfermedad coronaria en comparación con un grupo de control de siete a ocho horas de sueño. 

La fuerza de la asociación, como se informó en el estudio, mostró que la duración prolongada del reposo se asoció con un aumento de más del doble en las probabilidades de enfermedad coronaria (OR = 2,05, IC del 95%: 1,02-4,11) en comparación con el grupo de control de siete a ocho horas de dormir. 

Esta asociación sugirió un aumento notable en el riesgo de enfermedad coronaria entre aquellos con duraciones de sueño prolongadas.

En el estudio de los datos de NHANES de 2013-2014 por Smiley et al., se examinaron los paneles de lípidos para comprender el impacto de la duración del sueño en los perfiles de lípidos en adultos. 

Los médicos a menudo confían en estos paneles para evaluar el riesgo de ECV. 

Este estudio encontró que la duración prolongada del descanso (> 8 horas) se asoció con niveles adversos de lípidos, específicamente triglicéridos séricos más altos y niveles más bajos de colesterol HDL en mujeres. 

El colesterol HDL medio más alto se observó entre los participantes que durmieron ocho horas, mientras que los que durmieron mucho mostraron niveles medios de HDL más bajos de 53,96 mg/dl y niveles más altos de triglicéridos de 127,36 mg/dl. 

Además, el análisis no mostró una asociación significativa entre la duración del sueño y el colesterol LDL en diferentes categorías de reposo, con un nivel medio de LDL de 108,55 mg/dl en el grupo que durmió más de ocho horas. 

Estos datos respaldaron la teoría prevaleciente de que la duración prolongada del sueño estaba asociada con la obesidad, el síndrome metabólico, la diabetes mellitus y la hipertensión, que son todos factores predisponentes para la ECV.

También se ha informado que el sueño prolongado se relacionó con mayores niveles de IL-6, lo que respaldó aún más el papel de la inflamación en la mediación de la relación entre el sueño prolongado y el riesgo cardiovascular. 

Los niveles de TNF-α también se elevaron en individuos con una duración de reposo prolongada, lo que sugiere un vínculo entre el sueño prolongado y la inflamación sistémica. 

Los marcadores inflamatorios se asocian comúnmente con el riesgo de ECV, lo que sugiere que una comprensión sólida de su interacción con los patrones de sueño es crucial para desarrollar estrategias efectivas de prevención y tratamiento de ECV. 

El impacto de una larga duración del sueño en la salud cardiovascular también está influenciado por factores demográficos y de estilo de vida. 

La edad, el género, el nivel socioeconómico y las condiciones comórbidas intervienen en la determinación del riesgo asociado con el dormir prolongado. 

Por ejemplo, los adultos mayores y las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen más probabilidades de informar duraciones de sueño prolongadas, en parte debido a condiciones comórbidas, peor estado de salud y acceso reducido a la atención médica. 

Un estudio de Butler et al. encontró que los afroamericanos con largas duraciones de sueño tuvieron un mayor riesgo de ECV en comparación con sus contrapartes caucásicas. 

Los factores de estilo de vida, incluida la inactividad física, la obesidad y la mala alimentación, también fueron más frecuentes entre aquellos con sueño prolongado, lo que agrava su riesgo cardiovascular.

La influencia de la calidad del descanso también fue notada por varios estudios que informaron que las personas con mala calidad de sueño y larga duración tuvieron un mayor riesgo de eventos cardiovasculares en comparación con aquellos con buena calidad del descanso. 

Por ejemplo, un estudio coreano de Im et al. 

encontró que las duraciones de sueño superiores a nueve horas aumentaron el riesgo de ECV según la Escala de Riesgo de Framingham, destacando que el reposo insuficiente y excesivo puede elevar los riesgos cardiovasculares independientemente de los factores de riesgo tradicionales. 

Un estudio diferente encontró que las personas con menor nivel educativo y menor estatus socioeconómico tuvieron más probabilidades de experimentar duraciones de dormitar prolongadas.

Además, las personas con estilos de vida sedentarios y malos hábitos alimenticios tuvieron más probabilidades de tener un dormir prolongado, lo que aumentaba aún más su riesgo de ECV.

Los hallazgos de esta revisión sistemática resaltaron la necesidad de que los proveedores de atención médica reconozcan la duración prolongada del reposo como un posible factor de riesgo cardiovascular. 

La detección del descanso excesivo y el abordaje de los factores subyacentes, como la apnea obstructiva del sueño, la depresión o la mala calidad del dormir, pueden ayudar a mitigar los riesgos cardiovasculares asociados. 

Además, promover hábitos de reposo saludables, incluido el mantenimiento de un horario regular y la participación en actividad física, puede beneficiar la salud cardiovascular, en particular para las personas con alto riesgo de ECV. 

Dada la compleja relación entre el dormir y la salud cardiovascular, las intervenciones individualizadas que consideren los factores demográficos, de estilo de vida y comórbidos son cruciales para mejorar los resultados cardiovasculares.

Los autores admitieron que esta revisión sistemática tuvo varias limitaciones. 

En primer lugar, la inclusión de estudios en inglés y revisados por pares pudo haber introducido un sesgo de selección, lo que limitó la exhaustividad de los hallazgos. 

En segundo lugar, la heterogeneidad en la definición de la duración prolongada del sueño en los distintos estudios dificultó la estandarización del análisis, lo que pudo afectar la coherencia. 

En tercer lugar, debido a la variabilidad en los diseños y resultados de los estudios, no se realizó un metaanálisis, lo que limitó la capacidad para cuantificar el efecto general del dormir prolongado en los resultados cardiovasculares.

Aunque esta revisión se centró principalmente en la duración del reposo, fue importante reconocer la posible influencia de la calidad del sueño, en particular en poblaciones con trastornos del descanso como la apnea obstructiva del sueño. 

La mala calidad del reposo suele coexistir con una duración prolongada del sueño y puede exacerbar los riesgos cardiovasculares a través de mecanismos como la inflamación y la desregulación autonómica. 

Los estudios futuros deberían investigar el impacto combinado de la calidad y la duración del sueño para proporcionar una comprensión más matizada de su relación con los resultados cardiovasculares. 

Además, la naturaleza bidireccional de la relación entre el dormir y la ECV justifica una mayor exploración. 

Si bien el sueño prolongado puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, la ECV existente puede, a su vez, influir en los patrones de dormir a través de factores como la fatiga, el uso de medicamentos y la reducción de la actividad física. 

Se necesitan estudios longitudinales para evaluar estos efectos y aclarar las vías causales.

Como conclusiones, esta revisión sistemática destacó la asociación significativa entre una duración prolongada del sueño y resultados cardiovasculares adversos, incluyendo CAD, IAM, IC, ACV, aterosclerosis e hipertensión. 

Si bien el descansar «demasiado» suele definirse como más de ocho a nueve horas por noche, no se ha establecido un umbral universalmente aceptado, lo que reflejó la variabilidad en las metodologías de estudio y las poblaciones. 

Estos efectos probablemente estén mediados por mecanismos como marcadores inflamatorios elevados (p. ej., PCR, IL-6, TNF-α), alteración del ritmo circadiano y desregulación autonómica. 

Los médicos deben reconocer la duración prolongada del sueño como un factor de riesgo cardiovascular potencialmente modificable e incorporar evaluaciones del dormir en la detección sistemática del riesgo, en particular para los adultos mayores y las personas con enfermedades comórbidas. 

Esta integración podría mejorar las estrategias de prevención y facilitar intervenciones más tempranas. 

Además, los hallazgos subrayaron la necesidad de que futuras investigaciones aborden brechas clave, incluido el papel de la calidad del sueño, la relación bidireccional entre el descanso y la ECV y las disparidades influenciadas por factores socioeconómicos y demográficos. 

Estas investigaciones podrían proporcionar conocimientos más profundos sobre los mecanismos fisiológicos y sociales que impulsan estas asociaciones e informar intervenciones específicas. 

Al hacer hincapié en las implicancias clínicas de la duración prolongada del sueño y abordar su papel en la salud cardiovascular, esta revisión destacó la importancia de integrar las evaluaciones del reposo en los marcos de atención clínica y de salud pública. 

Tales esfuerzos podrían mitigar el riesgo cardiovascular y promover estrategias para mejorar los resultados de salud de la población.

Palabras clave: aterosclerosis, enfermedad cardiovascular, salud cardiovascular, enfermedad de la arteria coronaria, insuficiencia cardíaca, hipertensión, marcadores inflamatorios, duración prolongada del sueño, duración corta del sueño, asociación en forma de U

* Sanchez Corredera C, Tadepalli PS, Scaccia J, Sibia AS, Mayrovitz HN. Implications of Long Sleep Duration on Cardiovascular Health: A Systematic Review. Cureus. 2025 Jan 20;17(1):e77738. doi: 10.7759/cureus.77738. PMID: 39981486; PMCID: PMC11841827.

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