En la edición del 21 de julio de 2025 del Scientific Reports, investigadores chinos publicaron un análisis respecto del valor del Índice de proteína C reactiva-glucosa-triglicéridos en pacientes estadounidenses portadores de insuficiencia cardíaca, integrantes del NHANES (por sus siglas en inglés de National Health and Nutrition Examination Survey, -Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición-)*.
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Introduciendo el tema los autores señalaron que la insuficiencia cardíaca (IC) sigue siendo una de las principales causas de muerte e incapacidad en todo el mundo.
En los últimos años, su prevalencia ha mostrado una tendencia ascendente constante, acompañada de tasas de mortalidad y discapacidad en aumento.
Las estimaciones actuales sugieren que el número mundial de pacientes con IC se acerca a los 64,3 millones.
Según las guías de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC), la prevalencia de la IC en los países desarrollados supera el 2%, con una tasa de supervivencia a 5 años inferior al 50%.
En Estados Unidos, aproximadamente 6,2 millones de adultos de 20 años o más padecen IC, con casi 1 millón de casos nuevos diagnosticados anualmente, y con esta prevalencia que continúa aumentando.
En consecuencia, la identificación y el diagnóstico tempranos de personas con alto riesgo de IC se han convertido en un enfoque crítico en el área de la cardiología.
El índice triglicérido-glucosa (TyG) sirve como un nuevo biomarcador para evaluar la resistencia a la insulina (RI), integrando las concentraciones de triglicéridos y glucosa en ayunas para cuantificar la disfunción metabólica.
Este índice es un indicador que se calcula a partir de los niveles de triglicéridos y glucosa en sangre, y se utiliza como un marcador indirecto de la resistencia a la insulina y las alteraciones metabólicas.
Ha ganado popularidad como una herramienta útil para la detección temprana de problemas metabólicos y el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.
La RI compromete directamente la estructura y función del miocardio a través de mecanismos como la promoción de la deposición de lípidos miocárdicos, la disfunción mitocondrial y el estrés oxidativo, acelerando así la progresión de la IC.
La evidencia emergente de estudios longitudinales indica que el índice TyG se correlaciona con el riesgo de enfermedad cardiovascular y predice resultados cardiovasculares adversos.
Un estudio prospectivo reciente informó una asociación significativa dependiente de la dosis entre la exposición acumulada a TyG y la prevalencia de IC.
Los datos metaanalíticos muestran además que los individuos en el cuartil más alto de TyG enfrentan un riesgo más alto de IC elevada en comparación con los cuartiles inferiores.
Por su parte, la inflamación crónica representa un mecanismo patológico clave en la progresión de la IC.
La PCR, una proteína de fase aguda derivada del hígado, está regulada positivamente por citocinas inflamatorias como la interleucina-8 (IL-8), la interleucina-6 (IL-6) et al..
Y las concentraciones elevadas de PCR también reflejan la activación inflamatoria sistémica.
La evidencia clínica muestra que los pacientes con STEMI con PCR más alta experimentan una incidencia de IC significativamente mayor y peores resultados después de la intervención coronaria percutánea (ICP).
Además, existe una asociación dependiente de la dosis entre los niveles de proteína C reactiva (PCR) y el riesgo de IC, con hallazgos consistentes en los subgrupos de edad, función renal y comorbilidad.
Basándose en la interacción sinérgica entre RI e inflamación, Ruan et al. demostraron que el índice de glucosa-triglicéridos-proteína C reactiva (CTI, The C-reactive protein(CRP)-triglyceride glucose index) predice significativamente el resultado de supervivencia en pacientes con cáncer, lo que sugiere su potencial como biomarcador para enfermedades multisistémicas.
Sin embargo, la relación entre el CTI y la IC no ha sido completamente dilucidada o investigada.
En este contexto, los autores analizaron datos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) de 2001 a 2010 para investigar la relación entre el CTI y el riesgo de IC en poblaciones con alta prevalencia.
Los hallazgos contribuyen al desarrollo de estrategias para la detección temprana y el cribado de personas con predisposición a la IC.
En resumidas cuentas, el índice de glucosa-triglicéridos (ITG)-proteína C reactiva (PCR) es un nuevo biomarcador compuesto que se utiliza para evaluar la inflamación y la gravedad de la resistencia a la insulina (RI).
La insuficiencia cardíaca (IC) supone una amenaza epidemiológica sustancial, con una incidencia y mortalidad en aumento a nivel mundial.
Sin embargo, la relación entre el ITG y la IC no se ha investigado exhaustivamente.
Utilizando datos transversales de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) 2001-2010, se incluyeron 21.974 participantes ≥ 20 años.
El diagnóstico de IC se basó en el historial médico autoinformado.
La regresión logística multivariada se ajustó a covariables demográficas, de estilo de vida y clínicas.
El ajuste de curvas analizó las relaciones dosis-respuesta, mientras que los análisis de subgrupos exploraron la heterogeneidad del efecto.
La cohorte de investigación comprendió 21.974 individuos (631 casos de IC, 21.343 sin IC).
Los pacientes con IC mostraron niveles de CTI significativamente más altos ( p < 0,001) y se observó una correlación positiva con la prevalencia de IC ( p < 0,001).
Se mantuvieron asociaciones positivas consistentes entre los subgrupos, sin interacciones significativas detectadas.
El análisis de regresión logística demostró OR ajustados para IC por cada aumento de 1 unidad de CTI de 1,492 (modelo 1, sin ajustar) y 1,279 (modelo 3, totalmente ajustado).
El análisis de cuartiles reveló un aumento progresivo de la prevalencia de IC con niveles de CTI más altos, y el modelo 3 confirmó una relación dosis-respuesta no lineal ( p < 0,001) con un umbral en 11,657.
El CTI se asocia positivamente con la presencia de IC en adultos estadounidenses, lo que sugiere su potencial como biomarcador para las estrategias de prevención y tratamiento de la IC.
Al someter a discusión sus hallazgos, los autores indicaron que este estudio representa la primera investigación que examinó la relación entre el CTI y la IC utilizando datos representativos a nivel nacional de la NHANES en adultos estadounidenses ≥ 20 años.
Se observó una fuerte asociación positiva entre el CTI y la IC prevalente, con una probabilidad un 27,9 % mayor de IC por cada unidad de aumento tras el ajuste multivariado.
El análisis de curvas reveló una relación dosis-respuesta no lineal, validada mediante un modelo de umbral que identificó un punto de inflexión crítico en un CTI = 11,657.
Esto sugirió que la asociación pasa de moderada a fuerte por encima de este umbral, lo que indicó que las personas con un CTI ≥ 11,657 podrían beneficiarse de estrategias intensificadas de detección y prevención de la IC.
Como un marcador compuesto fácil de usar, el CTI integra la PCR y el índice TyG para evaluar simultáneamente la inflamación y la RI, lo que ofrece una utilidad clínica significativa.
Estudios previos han destacado la sólida asociación entre el CTI y la patogénesis, progresión y complicaciones de las enfermedades cardiovasculares.
Por ejemplo, Xu et al. demostraron una fuerte correlación entre el CTI y la prevalencia de enfermedad coronaria, mostrando que los niveles elevados se corresponden directamente con un mayor riesgo de padecerla.
Un estudio transversal reveló además que los individuos con elevaciones concurrentes en los componentes TyG y PCR del CTI enfrentan un riesgo 30% mayor de eventos cardiovasculares.
En particular, en la asociación entre TyG combinado con métricas de obesidad y resultados cardiovasculares adversos, los biomarcadores inflamatorios, especialmente la PCR, desempeñan un papel mediador crítico.
Además, aunque no están relacionados con los contextos cardiovasculares, los estudios han informado diferencias significativas en los niveles de CTI entre las poblaciones de cáncer con diferentes riesgos de mortalidad, lo que subraya su potencial como un marcador pronóstico interdisciplinario.
En conjunto, estos hallazgos sugieren que la CTI puede servir como un posible biomarcador clínico para identificar poblaciones con alta prevalencia de IC.
El CTI se compone de dos componentes principales: la PCR y el índice TyG, que evalúan conjuntamente la inflamación y la RI.
Los mecanismos biológicos precisos que subyacen a la asociación entre el CTI y la IC aún no se comprenden completamente y requieren mayor investigación.
Sin embargo, varias vías fisiológicas plausibles podrían explicar la correlación positiva observada entre el CTI y la prevalencia de la IC.
La patogénesis de esta última implica diversos mecanismos, donde la fibrosis miocárdica mediada por inflamación y la disfunción mitocondrial desempeñan papeles fundamentales.
Las citocinas proinflamatorias activan las vías de señalización del factor nuclear-κB (NF-κB) y la cinasa N-terminal c-Jun (JNK), lo que altera directamente la contractilidad miocárdica, induce la apoptosis de los cardiomiocitos y promueve la fibrosis y la remodelación ventricular.
Por ejemplo, el factor de necrosis tumoral-α (TNF-α) altera la homeostasis del calcio a través de la regulación negativa de la ATPasa de calcio 2a del retículo sarcoplásmico (SERCA2a), lo que conduce a disfunción diastólica.
La interleucina-6 (IL-6) exacerba la fibrosis miocárdica a través de la activación de la vía del transductor de señales y activador de la transcripción 3 (STAT3).
Como marcador inflamatorio prototípico, la PCR en estados de inflamación crónica o estrés amplifica la lesión miocárdica mediante la activación del sistema del complemento (p. ej., la unión de C1q desencadena la cascada clásica del complemento) y las respuestas protrombóticas, lo que aumenta la isquemia, la muerte celular, el tamaño del infarto y la remodelación.
Cabe destacar que un metaanálisis en la IC con fracción de eyección preservada (ICFEp) demostró que la PCR elevada aumenta el riesgo de mortalidad por cualquier causa en un 78%.
En conjunto, estas vías resaltan la importancia patológica de la PCR en la progresión de la IC.
En segundo lugar, la RI altera el metabolismo de la glucosa y los lípidos al perjudicar la respuesta y sensibilidad a la insulina.
Como órgano altamente dependiente de la energía, la función cardíaca depende críticamente de procesos metabólicos intactos.
El metabolismo interrumpido activa la señalización de PKC y NF-κB, lo que desencadena una producción excesiva de especies reactivas de oxígeno (ROS) que culmina en disfunción mitocondrial, apoptosis de cardiomiocitos y progresión de la IC.
Además, la RI exacerba los resultados cardiovasculares adversos al comprometer la integridad endotelial, promover la trombosis y mejorar la activación plaquetaria.
De particular importancia, la inflamación sistémica provocada por la RI activa el sistema renina-angiotensina (RAS) y las vías de las células inmunes, acelerando los procesos apoptóticos y la remodelación cardíaca.
Este eje patológico, junto con los efectos de las citocinas inflamatorias discutidos anteriormente, forma una red interactiva compleja que impulsa sinérgicamente la patogénesis de la IC.
Las fortalezas notables del estudio incluyen su amplia muestra representativa a nivel nacional, lo que facilita la generalización de los hallazgos a poblaciones más amplias.
El riguroso ajuste de las posibles variables de confusión refuerza la validez de las asociaciones observadas, mientras que los análisis de subgrupos demuestran relaciones consistentes entre diversos subgrupos demográficos y clínicos, lo que subraya la solidez de las conclusiones.
Estas características de rigor metodológico no solo elevan la credibilidad científica del estudio, sino que también respaldan empíricamente la utilidad clínica de la CTI como una nueva diana para la intervención temprana de la IC.
Cabe destacar que la identificación de un efecto umbral donde la capacidad predictiva de la CTI se intensifica más allá de un valor crítico ofrece una justificación mecanicista para la modulación metabólica-inflamatoria en la prevención de la IC.
Sin embargo, una limitación clave de este estudio es su diseño transversal, que impide la inferencia causal y no puede excluir la causalidad inversa (p. ej., IC preexistente que potencialmente eleva el CTI a través de vías biológicas).
Además, la confianza en la IC auto-reportada introduce un sesgo de información sustancial: un estudio reciente encontró que solo el 37% de los pacientes con IC conocen su diagnóstico, lo que corre el riesgo de clasificar erróneamente los casos no diagnosticados como «sin IC» o la inclusión de individuos sintomáticos sin confirmación clínica.
La participación voluntaria de NHANES puede introducir aún más un sesgo de selección, limitando la generalización a poblaciones no estadounidenses o cohortes contemporáneas.
Si bien se ajustaron los factores de confusión tradicionales, los factores no medidos (p. ej., actividad física, estrés psicológico) podrían influir en los resultados.
Se necesitan investigaciones futuras que utilicen diagnósticos objetivos de IC en cohortes longitudinales para aclarar el papel temporal del CTI y validar los hallazgos.
En conclusión, este estudio demuestra una asociación positiva no lineal entre el CTI y la IC, con un umbral crítico de CTI = 11,657.
La monitorización de los niveles de CTI podría mejorar la identificación temprana de poblaciones con alto riesgo de IC, aprovechando la combinación de marcadores inflamatorios y metabólicos para intervenciones específicas.
Se requieren estudios prospectivos a gran escala para validar estos hallazgos y establecer relaciones causales.
* Cheng N, Ma Z, Chen Y, Jin L, Chen L. C-reactive protein-triglyceride glucose index and heart failure in US adults from NHANES 2001-2010. Sci Rep. 2025 Jul 21;15(1):26363. doi: 10.1038/s41598-025-08389-1. PMID: 40691183; PMCID: PMC12279938.