15.04.2025

Vías que vinculan la obesidad con la insuficiencia cardíaca

Investigadores griegos que se desempeñan en el Primer Departamento de Cardiología del Hospital General Hippokration de la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional y Kapodistria de Atenas, publicaron en la edición del 3 de abril de 2025 de Nutrients, un artículo de revisión cuyo propósito fue analizar las relaciones recíprocas entre la obesidad y la insuficiencia cardíaca*.

Este tema será hoy abordado en la NOTICIA DEL DÍA de CARDIOLATINA.

Los autores partieron de considerar que la obesidad se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa corporal que supone un riesgo para la salud. 

Así, señalaron que el índice de masa corporal (IMC) se utiliza comúnmente para evaluar la grasa corporal, teniendo en cuenta las características somatométricas de un individuo. 

Un IMC superior a 25 kg/m 2 se considera sobrepeso, mientras que un IMC superior a 30 kg/m 2 se clasifica como obesidad. 

Parece que la distribución del tejido adiposo es tan significativa en la obesidad como su presencia. 

Sin embargo, -aclararon-, la obesidad abdominal no puede indicarse adecuadamente solo por el IMC. 

Una técnica sencilla para determinar la obesidad abdominal es la circunferencia de la cintura, que se ha correlacionado altamente con la mortalidad cardiovascular y por todas las causas. 

Por lo tanto, una circunferencia de cintura de 102 cm o más para los hombres y de 88 cm o más para las mujeres se considera obesidad abdominal. 

Un indicador adicional que ilustra la distribución de la grasa corporal es la relación entre la circunferencia de la cadera y la circunferencia de la cintura (relación cintura-cadera). 

La relación cintura-cadera se calcula dividiendo la circunferencia de la cintura por la circunferencia de la cadera. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una relación cintura-cadera de más de 0,90 para los hombres y más de 0,85 para las mujeres es indicativa de obesidad abdominal.

La prevalencia de la obesidad y el sobrepeso está aumentando exponencialmente entre adultos, adolescentes y niños. 

Entre 1990 y 2022, la proporción de adultos con obesidad aumentó del 7% al 16%, mientras que el porcentaje de niños y adolescentes con obesidad creció del 2% al 8% a nivel mundial. 

La obesidad está altamente asociada con el desarrollo y progreso de otros factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como la diabetes mellitus tipo II, la hiperlipidemia y la hipertensión. 

Además, la obesidad se considera un factor de riesgo independiente para la enfermedad cardiovascular y la muerte. 

En particular, la obesidad abdominal parece ser un factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular que es independiente del IMC, ya que tiene una correlación sustancial con la resistencia a la insulina, los trastornos metabólicos y la hipertensión. 

Por lo tanto, la circunferencia de la cintura y la relación cintura-cadera son útiles para evaluar el riesgo cardiovascular además del IMC, ya que el exceso de grasa abdominal, especialmente la grasa visceral, aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca al promover la aterosclerosis y la inflamación.

La insuficiencia cardíaca (IC) es una afección clínica causada por un defecto estructural o funcional del corazón que causa presiones intracardíacas altas y un gasto cardíaco insuficiente durante el ejercicio y/o el reposo. 

Los autores agregaron que se puede clasificar según la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI) en tres categorías: 

IC con una fracción de eyección reducida (ICFEr, donde la FEVI es ≤40%), 

IC con una fracción de eyección ligeramente reducida (ICFEmr, con una FEVI que varía de 41 a 49%) e 

IC con una fracción de eyección preservada (ICFEp, donde la FEVI es ≥50%). 

La IC es un grave problema de salud pública que afecta a millones de personas en todo el mundo y causa una alta tasa de morbilidad y mortalidad. 

Afecta a entre el 1 y el 3% de la población adulta y sus tasas de mortalidad siguen siendo altas, con una tasa de mortalidad a 30 días de aproximadamente el 2 al 3% y una tasa de mortalidad a 5 años que varía de 50 al 70% después de la hospitalización.

Esta revisión tuvo como objetivo explorar la relación entre la obesidad y la IC, evaluando su contribución a la aparición y progresión de esta última.

Además, se describieron los posibles beneficios de las intervenciones farmacológicas y no farmacológicas para la pérdida de peso disponibles, para mejorar la función cardíaca y los resultados en pacientes con la coexistencia de esta dos entidades

Sintetizando lo dicho hasta aquí, vale subrayar que la obesidad puede provocar la aparición de insuficiencia cardíaca y exacerbar la enfermedad preexistente. 

A través de vías complejas, la obesidad activa factores hormonales que favorecen el desarrollo de la inflamación y provocan un aumento de la congestión. 

En consecuencia, esta compleja cascada fisiopatológica paralela contribuye a los signos ecocardiográficos y clínicos de la insuficiencia cardíaca. 

En estos pacientes, la obesidad coexiste frecuentemente con anomalías del perfil nutricional y muscular que se manifiestan como caquexia o sarcopenia. 

Los pacientes con insuficiencia cardíaca tienen mayor probabilidad de sobrevivir cuando se trata la obesidad. 

Se utilizan estrategias intervencionistas, farmacológicas y dietéticas como terapia. 

Esta revisión profundizó en la evaluación de la relación entre la obesidad y la insuficiencia cardíaca, y buscó destacar el impacto terapéutico de los programas de pérdida de peso en la función cardíaca en personas con coexistencia de las dos situaciones

La revisión destacó el vínculo entre la obesidad y la insuficiencia cardíaca.

Una gran serie de estudios observacionales han documentado que la obesidad es un factor de riesgo significativo para el desarrollo de IC. 

Un IMC mayor está relacionado con un mayor riesgo de incidencia de IC, y esto se observa principalmente en individuos con ICFEp en comparación con aquellos con ICFEr. 

Los individuos con sobrepeso u obesidad representan hasta el 80% de los pacientes con ICFEp en grandes estudios multicéntricos. 

Además, el metaanálisis realizado por Aune y colegas demostró que por cada aumento de 5 kg/m2 en el IMC, el riesgo de IC aumenta en un 41%.

Por otro lado, la incidencia de IC se ha asociado con anormalidades en el mantenimiento del peso saludable y los niveles de ejercicio físico a lo largo de la edad adulta. 

El vínculo entre la obesidad y la IC es recíproco; la obesidad aumenta el riesgo de desarrollar IC y también empeora la afección, una vez que ya se ha producido. 

Esto se deriva de diversas alteraciones fisiopatológicas ligadas a la obesidad.

Se señalaron los factores de riesgo comunes: la obesidad y la IC siempre se han vinculado a factores de riesgo similares. 

Estos pueden incluir la coexistencia de afecciones como la enfermedad coronaria, la hipertensión arterial y la diabetes mellitus. 

Además de los factores de riesgo comunes, el riesgo de IC relacionada con la obesidad se ve muy influenciado por variables ambientales, como los hábitos alimentarios poco saludables, la inactividad física y el estatus socioeconómico. 

Actualmente se está estudiando el impacto de las variables genéticas que pueden contribuir al desarrollo de la IC inducida por la obesidad. 

La base genética de la obesidad general y abdominal se ha descubierto en parte mediante  

La contribución de estos factores genéticos a la susceptibilidad y progresión de la IC aún está por determinar.

Un aspecto se suma importancia al analizar la interrelacion entre obesidad e IC es la congestión.

Un aumento de la masa corporal debido a la obesidad conduce a una distribución aberrante del volumen intravascular debido a una capacidad venosa reducida, así como a un aumento del volumen sanguíneo y plasmático, lo que conduce a mayores presiones de llenado y a un aumento de la presión telediastólica del ventrículo izquierdo. 

Además, los ventrículos izquierdo y derecho se vuelven disfuncionales debido a la constricción pericárdica y al aumento de la rigidez provocada por la grasa epicárdica. 

Además, un IMC elevado produce una constricción mecánica de la pared torácica, lo que disminuye la relajación ventricular izquierda. 

Las condiciones mencionadas anteriormente conducen a una congestión hemodinámica y, en consecuencia, a una ICFEp.

Otro aspecto analizado en la revisión, fue la inflamación.

El tejido adiposo, especialmente el localizado en la región abdominal, parece ser un factor significativo en el desarrollo de la IC relacionada con la obesidad. 

La obesidad visceral proporciona un entorno ideal para la acumulación de quimiocinas y adipocinas, lo que resulta en el desarrollo de resistencia a la insulina, lo que a su vez conlleva un aumento en el número y la activación de células inflamatorias e inmunitarias en el miocardio, lo que a su vez provoca inflamación y disfunción inmunológica. 

El músculo cardíaco se altera de forma desadaptativa en respuesta a esta disfunción, lo que resulta en hipertrofia, aumento de la tensión celular miocárdica y, finalmente, fibrosis miocárdica.

Asimismo, la obesidad se asocia con mayores niveles de aldosterona y leptina. 

Como la leptina desempeña un papel neurotransmisor, notificando al cerebro la cantidad total de grasa almacenada en el tejido adiposo, se asocia con efectos adversos en las áreas cerebrales vinculadas a la ingesta de energía, lo que contribuye al equilibrio energético. 

Estos efectos son generados por la unión de la leptina a las neuronas simpáticas en la médula espinal y a los receptores de melanocortina en el hipotálamo. 

Dado que las personas con obesidad paradójicamente tienen niveles más altos de leptina, se ha sugerido que se desarrolla resistencia a la leptina, inhibiendo la capacidad de la hormona para regular el hambre. 

Varios estudios demuestran que la obesidad también activa la vía renina-angiotensina-aldosterona, lo que resulta en mayores niveles de aldosterona. 

Esta activación ocurre principalmente debido a la producción de renina asociada a los riñones, como resultado de la interacción con el sistema nervioso simpático. 

Otro factor es la acumulación de grasa alrededor del riñón, que hace que el riñón se comprima y libere renina (‘riñón graso’). 

Además, parece que los adipocitos contienen una vía inherente renina-angiotensina-aldosterona que genera angiotensinógeno y angiotensina II y, por lo tanto, aldosterona. 

La leptina también puede mejorar directamente la producción de aldosterona estimulando las glándulas suprarrenales. 

Las consecuencias de los niveles elevados de aldosterona y leptina son retención de sodio y agua, un mayor volumen intravascular, mayor rigidez arterial, reducción de la relajación del ventrículo izquierdo y la eventual aparición de una manifestación clínica de IC.

Otros aspectos abordados en la revisión fueron los de fragilidad, sarcopenia y caquexia.

La fragilidad se describe como una condición que aumenta la vulnerabilidad de una persona a los estímulos. 

Se estima que hasta el 45% de las personas con IC se ven afectadas. 

La fragilidad es muy común en los ancianos. 

Aunque hay pocos estudios que manejen la IC en adultos mayores, se debe considerar la terapia de acuerdo con las guías. 

Está relacionada con una menor tolerancia a la terapia de la IC, así como con un riesgo elevado de hospitalización y mortalidad. 

La sarcopenia se define como la pérdida de masa, calidad y función del músculo esquelético. 

Por lo general, está relacionada con la edad, pero las condiciones crónicas como la IC pueden precipitar la sarcopenia a una edad más temprana. 

La sarcopenia ocurre en el 20–50% de los pacientes con ICFEr y está asociada con un aumento de la morbilidad y la mortalidad. 

La caquexia es un síndrome metabólico caracterizado por una reducción de peso no intencionada sin edemas que consiste principalmente en pérdida de masa muscular en lugar de pérdida de grasa, junto con anorexia. 

Se define específicamente como una reducción del peso corporal seco de al menos un 5 % durante los 12 meses anteriores, que afecta a entre el 5 % y el 15 % de los pacientes con ICFE, y se asocia con peores resultados de supervivencia.

Dado que las puntuaciones de diagnóstico relevantes se han generado principalmente para pacientes con cáncer, los criterios para detectar estos dos trastornos en pacientes con IC son restringidos. 

La pérdida de peso corporal seco previamente indicada para la caquexia, junto con la disminución de la fuerza de prensión manual y la disminución de la velocidad de marcha para la sarcopenia, se encuentran entre los criterios de diagnóstico que se han recomendado para personas con IC. 

Por lo tanto, dado que la sarcopenia y la caquexia están vinculadas a resultados clínicos negativos, se considera razonable tratar los problemas mencionados anteriormente. 

A pesar de la falta de investigación clínica pertinente, se recomienda que las dietas de estos pacientes se complementen con proteínas para lograr un consumo diario de proteínas de 0,8 a 1,1 g/kg, junto con ejercicio que se centre en el fortalecimiento muscular.

Se abordó la cuestión de la paradoja de la obesidad.

Estudios observacionales han demostrado que las personas con sobrepeso u obesidad pueden tener un mejor pronóstico en cuanto a salud cardiovascular, en comparación con las personas con un peso inferior al normal. 

La paradoja de la obesidad se presenta tanto en pacientes con ICFEr como con ICFEp, y las mujeres parecen verse más afectadas que los hombres.

La paradoja de la obesidad se puede explicar inicialmente mediante el uso del IMC como determinante para el diagnóstico de obesidad. 

El IMC no es un indicador fiable de la composición corporal en cuanto a la relación masa/grasa. 

El tipo y la ubicación del tejido adiposo desempeñan un papel fundamental en la comprensión de la paradoja de la obesidad, ya que la grasa subcutánea, en comparación con la abdominal, se asocia con un menor riesgo cardiometabólico. 

A diferencia del IMC, un índice cintura-cadera elevado, que indica la presencia de acumulación de tejido adiposo central, parece estar más asociado con una mayor mortalidad.

Otra posible explicación para este fenómeno es que la obesidad proporciona protección contra la malnutrición y los trastornos resultantes de sarcopenia y caquexia, ambos con efectos perjudiciales sobre los resultados cardiovasculares. 

Como resultado, los pacientes con obesidad muestran una mayor tolerancia al ejercicio, lo que parece ser un factor que contribuye a mayores tasas de supervivencia, en comparación con los pacientes con IC sin obesidad. 

Además, el mal pronóstico de las personas con IC está influenciado por la disminución de los niveles de insulina y glucosa, que parecen estar elevados en las personas con obesidad. 

Además, independientemente del peso corporal, las personas que hacen ejercicio de forma constante parecen tener mayores tasas de supervivencia, lo que sugiere que la actividad física regular es muy significativa.

Las evaluaciones de la composición corporal pueden ayudar a comprender mejor la paradoja de la obesidad. 

El análisis de la composición corporal, como la absorciometría de rayos X de energía dual (DXA) y el análisis de impedancia bioeléctrica (BIA), ayuda a diferenciar entre masa magra y adiposidad, lo que sugiere que las ventajas observadas en la longevidad podrían deberse a una mayor masa muscular en lugar de a un exceso de grasa.

No obstante, parece que varias variables de confusión plantean dudas sobre la validez de la paradoja de la obesidad en pacientes con IC. 

A diferencia de los datos observacionales que sugerían un efecto protector, el empleo de la aleatorización mendeliana en varios estudios demostró que un IMC predicho genéticamente más alto aumenta tanto la probabilidad de desarrollar IC como las tasas de mortalidad. 

De manera similar, Fall et al. cuestionaron la paradoja de la obesidad y utilizaron la aleatorización mendeliana para demostrar que una mayor adiposidad está directamente relacionada con peores resultados en la IC. 

La pérdida de peso no intencionada en la IC puede ser otro factor de confusión de la paradoja de la obesidad. 

La pérdida de peso no intencionada con frecuencia representa caquexia y, por lo tanto, es un signo de mal pronóstico, especialmente en pacientes con IC y obesidad. 

A diferencia de la pérdida de peso regulada que se logra a través de la alimentación y el ejercicio, la pérdida de peso no intencionada está causada por la malabsorción y la inflamación sistémica, lo que aumenta el riesgo de muerte y deterioro funcional. 

En consecuencia, puede concluirse que la retención de masa muscular magra puede ser un factor protector de la obesidad en la IC, más que sólo el exceso de grasa.

También los autores hicieron referencia a las intervenciones terapéuticas.

Como se ha demostrado previamente, la obesidad es un factor de riesgo importante para la IC, por lo que su manejo es esencial para mejorar la salud cardiovascular y la calidad de vida de las personas afectadas. 

El manejo de la obesidad en pacientes con IC es un problema complejo y multifacético que requiere una estrategia integral que combine cambios en el estilo de vida, medicación y, en ocasiones, soluciones quirúrgicas (Tabla).

Tabla.

Los principales ensayos de intervenciones terapéuticas para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca relacionada con la obesidad.

Intervención

ICFEr

ICFEp

Dieta

SECRETO


  • restricción calórica

  • N = 100 pacientes

  • −7 kilogramos

  • mejora de los síntomas, LVM

Agonistas del receptor GLP-1

LUCHA (liraglutida)


  • N = 300 pacientes

  • −1,9 kilogramos

  • no concluyente

STEP-HFpEF (semaglutida)


  • N = 529 pacientes

  • −11% del peso corporal

  • mejora de los síntomas, PCR-as, NT-proBNP

EN VIVO (liraglutida)


  • N = 241 pacientes

  • −2,2 kilogramos

  • No hay mejoría de la FEVI

Cirugía bariátrica

BRAVE

N = 2000 pacientes

en curso

N = número, FEVI = fracción de eyección del ventrículo izquierdo, MVI = masa del ventrículo izquierdo, PCR-as = proteína C reactiva de alta sensibilidad, NT-proBNP = péptido natriurético tipo B pro N-terminal.

Acerca de las modificaciones del estilo de vida e intervenciones dietéticas se señaló:

Ajustar los hábitos de vida, especialmente a través de cambios en la dieta, es fundamental en el manejo terapéutico de la obesidad. 

Según la American Heart Association, las personas con un IMC de 35 kg/m2 o superior deben aspirar a perder al menos entre el 5% y el 10% de su peso corporal, con el fin de mejorar su salud cardiometabólica y reducir la probabilidad de resultados cardiovasculares. 

La restricción calórica es un método ampliamente utilizado, que generalmente sugiere un déficit energético diario de 500–750 kcal, lo que puede resultar en una reducción de peso de 1–2 libras por semana (aprox 450 a 900 g). 

Se ha descubierto que este método mejora el rendimiento cardíaco, especialmente en personas con HFpEF. 

En el ensayo SECRET, un enfoque dietético que implica restricción calórica condujo a una pérdida de peso de 7 kg, una mejor prueba de caminata de 6 minutos, un aumento del consumo máximo de oxígeno y una reducción de la masa ventricular izquierda entre pacientes con HFpEF. 

Sin embargo, los datos que apoyan los cambios dietéticos en la HFrEF no son sólidos, ya que muchos estudios tienden a ser pequeños o no aleatorizados, lo que enfatiza la necesidad de investigación adicional en este campo.

Ciertos patrones dietéticos pueden tener un papel importante en la prevención y el tratamiento de la IC. 

La dieta DASH (Enfoques dietéticos para detener la hipertensión), que consiste en alimentos bajos en sodio y altos en potasio y fibra, reduce la presión arterial, disminuye la retención de líquidos y mejora el rendimiento cardíaco en pacientes con IC. 

La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables, se asocia con una reducción de la inflamación, una mejor función endotelial y una menor incidencia de IC.

Además, las dietas basadas en plantas pueden disminuir el estrés oxidativo y la inflamación sistémica, mientras que las dietas altas en proteínas pueden ayudar al mantenimiento de la masa muscular magra en pacientes con IC y sarcopenia. 

Por otro lado, las dietas occidentales ricas en alimentos procesados, azúcares refinados y grasas saturadas se han relacionado con un empeoramiento de los resultados de la IC al aumentar la obesidad, la resistencia a la insulina y el estrés miocárdico. 

Un parámetro más a evaluar es que los pacientes con IC y obesidad frecuentemente presentan deficiencias de micronutrientes como resultado de la mala calidad de los alimentos, la inflamación crónica, el uso de fármacos y el metabolismo alterado. 

En conclusión, optimizar el tratamiento de la IC requiere planes nutricionales personalizados que incluyan suplementos nutricionales y tengan en cuenta las comorbilidades y el balance hídrico necesario.

Existen varios obstáculos prácticos para implementar las recomendaciones dietéticas para personas con IC y obesidad. 

Las preferencias alimentarias, los hábitos dietéticos arraigados y los efectos psicológicos de las limitaciones dietéticas pueden dificultar la adherencia del paciente. 

Además, podría ser difícil para estos pacientes adherirse a las dietas sugeridas debido a desafíos socioeconómicos, como la disponibilidad restringida de alimentos saludables y las limitaciones financieras. 

La implementación efectiva se ve obstaculizada aún más por las deficiencias en el sistema de salud, como el acceso limitado a dietistas, la falta de pago por asesoramiento nutricional y las limitaciones de tiempo durante las citas clínicas. 

Un enfoque multidisciplinario, la educación del paciente y programas de comidas personalizados y prácticos que logren un equilibrio entre el control de peso y la suficiencia nutricional son necesarios para abordar estos problemas.

El ejercicio es esencial para el manejo de la IC relacionada con la obesidad, ya que mejora la función cardíaca, la salud metabólica y la capacidad cardiorrespiratoria. 

Al mejorar el rendimiento ventricular izquierdo y el volumen sistólico, el ejercicio promueve una remodelación cardíaca favorable, lo cual puede ser especialmente ventajoso en la IC-FEp. 

Además, la obesidad sarcopénica puede revertirse mediante ejercicios de resistencia, que preservan la masa muscular magra. 

Se ha demostrado que los programas de ejercicio estructurados, como la rehabilitación cardíaca, mejoran la calidad de vida, reducen las hospitalizaciones y aumentan la supervivencia a largo plazo en pacientes con IC y obesidad.

Acerca de las intervenciones farmacológicas

dirigidas a la obesidad en pacientes con IC, éstas han generado considerable interés, especialmente con la introducción de los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón-1 (GLP-1). 

La liraglutida se ha evaluado en varios ensayos con pacientes con IC. 

El ensayo FIGHT evaluó la liraglutida en individuos con ICFEr avanzada, pero los hallazgos no fueron concluyentes y no mostraron mejoras significativas en los resultados clínicos. 

Por el contrario, el ensayo LIVE demostró que la liraglutida condujo a una disminución del peso corporal y a un mejor control glucémico en pacientes con IC, aunque no produjo mejoras significativas en la función ventricular izquierda.

La semaglutida, otro agonista del receptor GLP-1, ha demostrado resultados alentadores en la disminución del peso corporal y la mejora de la calidad de vida en personas con obesidad diagnosticadas con ICFEp. 

El ensayo STEP-HFpEF, un estudio pionero en este campo, incluyó a 529 participantes con un IMC de 30 kg/m² o superior y demostró que una inyección subcutánea semanal de semaglutida resultó en una reducción adicional del 11 % del peso corporal en comparación con un placebo, junto con avances notables en la puntuación clínica del cuestionario de cardiomiopatía de Kansas City (KCCQ-CSS), la prueba de marcha de 6 minutos y disminuciones en los niveles de proteína C reactiva de alta sensibilidad (PCR-us) y propéptido natriurético tipo B N-terminal (NT-proBNP). 

Los resultados indican que los agonistas del receptor GLP-1 pueden servir como una opción importante en el objetivo, es decir, la obesidad en pacientes con ICFEp, especialmente en aquellos en los que coexiste diabetes mellitus tipo 2.

Un tratamiento farmacológico alternativo es la tirzepatida, un agonista dual de los receptores del polipéptido insulinotrópico dependiente de la glucosa (GIP) y del GLP-1, que ha demostrado una mayor eficacia en la pérdida de peso en comparación con la semaglutida en la IC. 

Si bien existe poca evidencia sobre su eficacia en pacientes con IC, su mecanismo de acción indica que podría tener efectos favorables en la mejora de los perfiles metabólicos y la reducción de los factores de riesgo cardiovascular. 

No obstante, se necesita más investigación para evaluar su eficacia y seguridad en personas con IC.

La investigación epidemiológica futura es esencial para evaluar la seguridad y eficacia a largo plazo de los agonistas del receptor GLP-1 en varios subgrupos de IC. 

Se ha demostrado que los agonistas del receptor GLP-1 mejoran los resultados cardiovasculares, la regulación de la glucosa y la reducción de peso.

Además, parecen tener un efecto importante en el metabolismo cardíaco y la remodelación estructural con el tiempo en la IC, ya que mejoran la función endotelial, reducen la resistencia a la insulina y aumentan la utilización de glucosa miocárdica, todo lo cual puede ayudar a reducir el estrés cardíaco y la inflamación. 

Sin embargo, sus efectos en las tasas de hospitalización, la función cardíaca y el balance de líquidos requieren más estudios, especialmente a la luz de los posibles efectos secundarios natriuréticos y diuréticos que pueden afectar el estado del volumen en pacientes con IC. 

Con el fin de orientar las estrategias de tratamiento individualizadas y mejorar los resultados a largo plazo, los futuros estudios de cohorte longitudinales y ensayos controlados aleatorios deberían examinar las ventajas, los riesgos y el mejor uso de los agonistas del receptor GLP-1 para pacientes individuales, especialmente considerando la alta prevalencia de obesidad y diabetes en las poblaciones con IC.

Los agentes antiinflamatorios y moduladores metabólicos se están convirtiendo en una nueva arma en el arsenal, debido a sus acciones en vías como la remodelación miocárdica, la inflamación crónica y la disfunción metabólica. 

Los tratamientos antiinflamatorios, como la colchicina y los inhibidores de la interleucina-1 (IL-1) (anakinra, canakinumab), intentan restaurar la función endotelial y disminuir la inflamación sistémica, lo que puede ayudar a los pacientes con IC con disfunción metabólica. 

Los moduladores metabólicos, incluido el agente dirigido a las mitocondrias, trimetazidina, pueden mejorar el metabolismo energético cardíaco y disminuir la fibrosis y el estrés miocárdico. 

Aunque estos medicamentos parecen prometedores, se requiere más investigación clínica para determinar su seguridad a largo plazo, su eficacia y el mejor uso en varios subgrupos de IC.

Respecto a la cirugía bariátrica se ha demostrado que es un enfoque exitoso y duradero para lograr una pérdida de peso sustancial en individuos adecuados con obesidad severa (IMC ≥ 35 kg/m 2 ). 

Además, reduce la carga de trabajo cardíaca, mejora la función diastólica y promueve la remodelación ventricular favorable a través de la pérdida de peso a largo plazo, la disminución de la acumulación de grasa miocárdica y el aumento de la eficiencia metabólica. 

Especialmente en poblaciones de HFpEF con obesidad, los estudios longitudinales muestran que los pacientes postoperatorios tuvieron un mejor rendimiento cardíaco general, presiones de llenado más bajas y menos masa ventricular izquierda. 

Un importante análisis retrospectivo que incluyó a 298.101 pacientes con IC con un IMC ≥ 35 kg/m 2 demostró que los que se sometieron a cirugía bariátrica experimentaron resultados de salud significativamente mejorados en comparación con los que no lo hicieron. 

En particular, este tipo de cirugía se ha relacionado con una reducción en la mortalidad general, menos hospitalizaciones relacionadas con la IC y una disminución de la aparición de fibrilación auricular.

Si bien los resultados son prometedores, existe una escasez de ensayos controlados aleatorizados que evalúen los efectos de la cirugía bariátrica específicamente en pacientes con IC. 

El ensayo BRAVE, actualmente en curso, está diseñado para abordar esta deficiencia comparando la cirugía bariátrica con el control médico del peso en pacientes con enfermedades cardiovasculares de alto riesgo, incluyendo pacientes con IC sintomática (clinicaltrials.gov, NCT04226664 ). 

Los hallazgos de este ensayo podrían ofrecer evidencia más clara sobre la eficacia de la cirugía bariátrica en el tratamiento de la obesidad en pacientes con IC.

Cabe mencionar que la elegibilidad y los resultados de la cirugía bariátrica para pacientes con IC y obesidad se ven significativamente influenciados por factores socioeconómicos, según datos epidemiológicos. 

Las minorías raciales y étnicas, las personas con bajos ingresos y las que tienen poco acceso a la atención médica tienen menos probabilidades de ser derivadas a cirugía bariátrica, incluso cuando cumplen con los requisitos de elegibilidad. 

Los resultados postoperatorios también se ven influenciados por variables socioeconómicas, ya que los pacientes de orígenes desfavorecidos pueden presentar más complicaciones, seguir menos estrictamente las recomendaciones dietéticas y tener menos acceso a la atención multidisciplinaria. 

Los estudios futuros deberían centrarse en los beneficios cardiovasculares a largo plazo, los esfuerzos para mejorar los resultados en diversos grupos de IC y la equidad en el acceso quirúrgico.

Fueron planteados desafíos y consideraciones para el abordaje de la obesidad en pacientes con IC.

Una de las dificultades significativas es la coexistencia de caquexia, que puede presentarse junto con la obesidad. 

Esta situación contradictoria dificulta el manejo de estos pacientes, ya que los métodos convencionales para bajar de peso pueden agravarla. 

Por lo tanto, es fundamental un enfoque integral y preciso que garantice un equilibrio entre la necesidad de bajar de peso y la prevención de la pérdida muscular. 

Las posibles intervenciones para la caquexia incluyen potenciadores del apetito, programas de ejercicio, sustancias anabólicas y suplementos dietéticos, aunque ninguna ha demostrado ser fiable y eficaz.

Otro aspecto importante a considerar es cómo la esteatosis cardíaca y la lipotoxicidad contribuyen a la miocardiopatía relacionada con la obesidad. 

La acumulación excesiva de grasa en los cardiomiocitos puede provocar disfunción miocárdica, independientemente de las alteraciones metabólicas generales. 

Esto subraya la necesidad de centrarse no solo en el peso corporal total, sino también en la distribución e influencia de la grasa en el corazón. 

La resonancia magnética y la espectroscopia han demostrado ser métodos útiles para evaluar la esteatosis cardíaca e informar sobre los enfoques terapéuticos.

Los investigadores admitieron limitaciones de su revisión.

La presencia de estudios predominantemente observacionales sobre la relación entre la obesidad y la IC es una de las limitaciones de los resultados de la presente revisión bibliográfica. 

Se podría obtener información crucial adicional que podría contribuir a una generalización más segura de los hallazgos mediante la realización de ensayos aleatorizados relevantes o análisis de subgrupos según sexo, edad y comorbilidades.

Como conclusiones, se señaló que la obesidad es un factor de riesgo cardiometabólico crucial tanto para la ICFEr como para la ICFEp, lo que destaca que su manejo es esencial para mejorar la salud cardiovascular y la calidad de vida de las personas afectadas. 

La obesidad y la IC están vinculadas por vías fisiopatológicas que involucran procesos humorales y mecánicos. 

Una comprensión completa ayudará a un tratamiento más eficiente y oportuno de la IC relacionada con la obesidad. 

Lograr la pérdida de peso y mejorar la salud cardiovascular implica cambios en el estilo de vida, opciones de medicación y cirugía bariátrica, todos componentes vitales, ya que el objetivo de este enfoque holístico y el manejo de las personas afectadas es la pérdida de grasa y no de tejido muscular. 

Los agonistas del receptor de GLP-1, como la semaglutida y la liraglutida, han demostrado eficacia para ayudar a las personas con obesidad e ICFEp a mejorar su peso y calidad de vida; por lo tanto, deberían convertirse en parte integral del enfoque terapéutico para estos pacientes. 

La cirugía bariátrica ofrece una solución a largo plazo para una reducción de peso sustancial en personas que cumplen los requisitos, aunque algunos pacientes tienen dificultades para acceder a este procedimiento.

Los estudios futuros deberían abordar las lagunas de conocimiento sobre la interacción entre la obesidad, la nutrición y los resultados de la IC. 

Garantizar que todos los pacientes con IC tengan acceso equitativo a opciones eficaces para bajar de peso, incluida la cirugía bariátrica, debe ser una prioridad para que todos se beneficien de estos avances. 

Al combinar estas estrategias, se podrá optimizar el tratamiento de la obesidad en pacientes con IC, mejorando así su calidad de vida y sus resultados de salud a largo plazo.

Palabras clave: obesidad, insuficiencia cardíaca, inflamación, congestión, pérdida de peso, agonistas del receptor GLP-1, cirugía bariátrica

* Manta E, Iliakis P, Fragoulis C, Leontsinis I, Stamoulopoulos I, Chrysohoou C, Tsioufis K. Tracking Pathways Linking Obesity with Heart Failure. Nutrients. 2025 Apr 3;17(7):1250. doi: 10.3390/nu17071250. PMID: 40219007; PMCID: PMC11990613.

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