Una revisión sistemática de la literatura disponible realizada por investigadores canadienses que abordó la cuestión de la integración en la rehabilitación cardiaca entre la comprensión y manejo de la enfermedad hepática esteatótica y la disfunción metabólica, fue publicada en la edición del 10 de julio de 2025 de la Revista Canadiense de Cardiología (Canadian Journal of Cardiology)*.
La NOTICIA DEL DÍA de hoy comentará este análisis.
Los autores comienzan subrayando el vínculo entre la enfermedad hepática esteatótica y la disfunción metabólica.
Anteriormente conocida como enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD por sus siglas en inglés de non-alcoholic fatty liver disease), la enfermedad hepática esteatótica asociada a disfunción metabólica (MASLD por sus siglas en inglés de Metabolic dysfunction-associated steatotic liver disease) afecta al 32,4% de los adultos a nivel mundial.
Ahora es la segunda indicación principal para el trasplante de hígado en todo el mundo y ya es la principal causa en mujeres.
En Canadá, se proyecta que MASLD afectará a 12 millones de personas para 2030, incluidas 600.000 con fibrosis avanzada y 200.000 en riesgo de cirrosis descompensada, carcinoma hepatocelular (CHC) o trasplante de hígado.
La reclasificación de NAFLD a MASLD en 2023 reconoce el papel central de la disfunción metabólica.
A diferencia de NAFLD, MASLD ya no requiere la exclusión del consumo de alcohol o hepatitis viral.
En cambio, el diagnóstico se basa en la presencia de uno o más factores de riesgo metabólico: obesidad, diabetes tipo 2 (DT2), dislipidemia o hipertensión.
Este cambio de paradigma amplía la población elegible para el diagnóstico y la intervención, alentando la detección temprana y permitiendo una atención más inclusiva, incluso para pacientes con etiologías de enfermedad hepática dual.
La diabetes tipo 2 y la obesidad son los principales impulsores de la epidemia: hasta el 70% de las personas con diabetes tipo 2 y el 90% de las que tienen obesidad tienen MASLD.
La creciente prevalencia de MASLD refleja los aumentos globales de la obesidad, el comportamiento sedentario y la mala alimentación.
Esta redefinición también elimina el estigma y la ambigüedad diagnóstica de la etiqueta «no alcohólico», alineando MASLD más estrechamente con un marco de riesgo cardiometabólico.
Refuerza la necesidad de atención interdisciplinaria coordinada en hepatología, cardiología, endocrinología y atención primaria.
Es importante destacar que la MASLD a menudo progresa de forma silenciosa, ya que muchas personas permanecen sin diagnosticar hasta que presentan una enfermedad hepática avanzada o complicaciones como cirrosis o CHC.
Desde una perspectiva de salud pública, la MASLD representa una carga económica importante y creciente.
La MASLD genera costos de atención médica sustanciales, tanto directos como indirectos, debido a su asociación con la diabetes tipo 2, eventos cardiovasculares y enfermedad hepática progresiva.
Los costos directos incluyen pruebas de laboratorio y de imagen, evaluaciones no invasivas de fibrosis, biopsias hepáticas, hospitalizaciones y terapias contra el cáncer.
Los costos indirectos, como la pérdida de productividad y la discapacidad a largo plazo, también son considerables.
Solo en EE. UU., se estima que la carga económica anual total de la MASLD supera los 100 000 millones de dólares, y la mayoría se relaciona con la enfermedad en etapa temprana debido a su alta prevalencia y complicaciones cardiometabólicas.
Paralelamente, la enfermedad cardiovascular (ECV) le cuesta al sistema de atención médica estadounidense aproximadamente 240 000 millones de dólares anuales.
Dado que la MASLD y la ECV frecuentemente coexisten y comparten una fisiopatología subyacente (p. ej., resistencia a la insulina, inflamación sistémica, disfunción endotelial), las estrategias de prevención integradas, como la rehabilitación cardíaca (RC) adaptada a la MASLD, podrían ofrecer intervenciones beneficiosas y de alto impacto.
El mayor impacto sanitario y económico se asocia con las etapas avanzadas de la enfermedad hepática.
Los datos mundiales muestran un aumento del 47 % en la mortalidad por cirrosis hepática entre 1990 y 2017, con 2 millones de muertes anuales en la actualidad en todo el mundo, impulsadas en gran medida por la MASLD.
Las enfermedades hepáticas ahora se clasifican como la 11.ª causa principal de muerte y la 15.ª causa principal de años de vida asociados a discapacidad a nivel mundial.
En los EE. UU., la cirrosis hepática ha aumentado del 14.º al 8.º lugar entre las causas de años de vida perdidos, posicionada entre la diabetes (7.º ) y la enfermedad de Alzheimer (9.º ) , y superando el cáncer colorrectal (10.º ) y el cáncer de mama (13.º ).
La carga económica es igualmente sorprendente: en 2016, los costos de la enfermedad hepática se estimaron en $32,5 mil millones.
Un estudio reciente de microsimulación de 2,8 millones de personas proyectó que la prevalencia de MASLD en los EE. UU. aumentará del 33,7% en 2020 al 41,4% en 2050, afectando a aproximadamente 122 millones de adultos.
Durante el mismo período, se espera que los casos de cirrosis descompensada aumenten a más del triple, mientras que la incidencia de cáncer de hígado casi se duplique y las necesidades de trasplante de hígado casi se cuadripliquen.
En Canadá, la MASLD refleja esta tendencia mundial y se proyecta que represente prácticamente todos los casos nuevos de cirrosis hepática para el año 2040.
La MASLD afecta particularmente a las poblaciones socioeconómicamente desfavorecidas, que enfrentan mayores barreras para acceder a la atención preventiva, lo que amplifica aún más las disparidades en la salud.
Como trastorno metabólico sistémico con consecuencias tanto hepáticas como extrahepáticas, la MASLD requiere atención urgente e integración en los modelos de gestión de enfermedades crónicas.
Los autores destacaron que la MASLD y la ECV comparten mecanismos fisiopatológicos superpuestos y sinérgicos, que incluyen resistencia a la insulina, inflamación crónica de bajo grado, dislipidemia aterogénica, estrés oxidativo y disfunción endotelial.
Estos impulsores compartidos no solo promueven la progresión de la enfermedad en cada órgano, sino que también crean una relación bidireccional por la cual la disfunción hepática exacerba el riesgo cardiovascular y viceversa.
Es importante destacar que la ECV es la principal causa de mortalidad en personas con MASLD, a menudo precediendo a complicaciones relacionadas con el hígado, como cirrosis o CHC.
Representa hasta el 40% de la mortalidad por todas las causas en esta población.
Estudios de cohorte y metaanálisis recientes a gran escala muestran que las personas con MASLD tienen un riesgo de 1,5 a 2 veces mayor de eventos cardiovasculares adversos mayores, que incluyen infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y muerte cardiovascular, independientemente de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales.
Este riesgo elevado se observa en todos los subtipos de MASLD, incluida la enfermedad en etapa temprana, y se extiende a individuos delgados pero metabólicamente poco saludables.
Estos hallazgos enfatizan la necesidad de ir más allá de las evaluaciones basadas en el IMC y adoptar un enfoque más amplio en el riesgo cardiometabólico tanto en entornos clínicos como de salud pública.
Esta alta carga cardiovascular, no las complicaciones específicas del hígado, es el principal impulsor de la morbilidad y la mortalidad en MASLD, lo que destaca el papel fundamental de los cardiólogos en su manejo.
MASLD ahora se reconoce como una condición multisistémica que comparte mecanismos fisiopatológicos con la aterosclerosis, incluida la resistencia a la insulina, la inflamación crónica, la disfunción endotelial y la dislipidemia.
Integrar MASLD en los marcos de prevención y rehabilitación cardiovascular presenta una oportunidad única para abordar dos condiciones interconectadas a través de intervenciones sinérgicas.
La evidencia reciente refuerza aún más el concepto de MASLD como una enfermedad sistémica con consecuencias hepáticas y extrahepáticas.
El hígado, como órgano metabólico central, regula el metabolismo de la glucosa y los lípidos.
En la MASLD, la esteatosis hepática y la lipotoxicidad alteran estas funciones reguladoras, lo que provoca la acumulación de triglicéridos en los hepatocitos y la liberación de lipoproteínas aterogénicas a la circulación.
Además, el hígado se convierte en una fuente de citocinas proinflamatorias (p. ej., TNF-α, IL-6) y especies reactivas de oxígeno, que contribuyen a la inflamación sistémica, el daño vascular y la aceleración de la aterosclerosis .
La disfunción endotelial, un sello distintivo de la ECV temprana, se observa comúnmente en MASLD y se exacerba tanto por la hiperinsulinemia como por el estrés oxidativo.
Esta disfunción altera la biodisponibilidad del óxido nítrico, lo que lleva a un aumento del tono vascular, la agregación plaquetaria y, en última instancia, la formación e inestabilidad de la placa.
Además, la MASLD se asocia con la calcificación de la arteria coronaria, un sustituto validado de la aterosclerosis coronaria y un predictor de eventos cardiovasculares mayores.
Múltiples estudios transversales y longitudinales a gran escala han demostrado que las personas con MASLD, especialmente aquellas con esteatosis o fibrosis más severas, tienen una prevalencia significativamente mayor de calcificación coronaria en comparación con aquellas sin MASLD, independientemente de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales.
Por ejemplo, en el Estudio Multiétnico de Aterosclerosis, los participantes con esteatosis hepática tuvieron 1,4 veces más probabilidades de tener calcificación detectable de la arteria coronaria, y aquellos con esteatosis y enzimas hepáticas elevadas tuvieron un riesgo aún mayor.
Se informaron hallazgos similares en el Estudio del Corazón de Framingham, que mostró que el hígado graso se asoció con una mayor carga de calcificación de la arteria coronaria y un mayor grosor de la íntima-media carotídea después del ajuste multivariado.
Estos hallazgos respaldan la hipótesis de que la MASLD contribuye directamente a la formación de placa coronaria a través de la inflamación hepática crónica, el aumento del estrés oxidativo y la alteración del metabolismo lipídico.
Por lo tanto, la calcificación de la arteria coronaria puede representar un vínculo importante entre el riesgo hepático y cardiovascular en la MASLD y podría servir como un biomarcador de imágenes clínicamente útil para estratificar el riesgo en los pacientes afectados.
En conjunto, estos procesos crean un fenotipo de alto riesgo en pacientes con MASLD, especialmente en aquellos con afecciones cardiometabólicas adicionales como diabetes tipo 2, hipertensión o enfermedad renal crónica.
La fuerte interconexión entre MASLD y ECV refuerza la necesidad de detección temprana, estratificación de riesgos y enfoques de manejo integral que apunten tanto a la salud del hígado como del corazón.
Por su parte, la detección temprana de la fibrosis relacionada con MASLD es esencial para prevenir el daño hepático irreversible y reducir las complicaciones a largo plazo, como la cirrosis, el CHC y la insuficiencia hepática.
Dada la naturaleza asintomática de la MASLD en sus etapas iniciales, muchas personas permanecen sin diagnosticar hasta que se ha desarrollado la enfermedad avanzada.
Esto resalta la importancia de las estrategias de detección proactiva, en particular en poblaciones de alto riesgo, como aquellas con obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico o enzimas hepáticas persistentemente elevadas.
Las pruebas no invasivas se han vuelto centrales en las vías de detección de MASLD.
Entre ellas, el índice FIB-4 y la elastografía transitoria controlada por vibración (VCTE), comúnmente conocidas por el nombre del dispositivo FibroScan®, están ampliamente validadas y recomendadas como herramientas de primera y segunda línea, respectivamente.
La puntuación FIB-4, que incorpora la edad, la aspartato aminotransferasa (AST), la alanina aminotransferasa (ALT) y el recuento de plaquetas, es una prueba simple, económica y de fácil acceso que se puede implementar tanto en atención primaria como en entornos especializados.
Estratifica eficazmente a los individuos en categorías de riesgo bajo, intermedio y alto para fibrosis avanzada.
En casos donde FIB-4 está en el rango de riesgo indeterminado o alto, VCTE proporciona información adicional midiendo la rigidez hepática, que se correlaciona con el estadio de fibrosis.
FibroScan® es no invasivo, rápido y cada vez está más disponible en clínicas ambulatorias y centros de diabetes, lo que permite la evaluación hepática en tiempo real y facilita la derivación oportuna a hepatología cuando sea necesario.
Las herramientas no invasivas y un enfoque de diagnóstico escalonado ayudan a detectar la fibrosis antes de que se produzca un daño irreversible.
Este es un cambio significativo con respecto a los enfoques anteriores que dependían en gran medida de los niveles de ALT y AST, que pueden permanecer normales en alrededor del 20% de los pacientes con fibrosis significativa.
La Evaluación del Riesgo Coronario Sistémico 2 (SCORE2) puede usarse para evaluar el riesgo de ECV en pacientes con MASLD.
El VO2 máximo y la disminución de la capacidad cardiorrespiratoria también se asocian de forma independiente con la fibrosis hepática.
Al centrarse en los perfiles de riesgo metabólico en lugar de en las anomalías de laboratorio aisladas, esta estrategia permite una detección más amplia de casos y una intervención más temprana.
Más allá de FIB-4 y VCTE, los biomarcadores séricos como Pro-C3 y la puntuación Enhanced Liver Fibrosis (ELF) ofrecen alternativas prometedoras o complementos para la evaluación de la fibrosis.
Estas pruebas basadas en suero pueden proporcionar información sobre la fibrogénesis activa, identificando potencialmente a los pacientes con enfermedad progresiva incluso antes de que los cambios estructurales se hagan evidentes.
Sin embargo, su uso actual está limitado por el coste, la falta de disponibilidad generalizada y la necesidad de una mayor validación en diversas poblaciones.
Las modalidades de imagen avanzadas, como la MRI-PDFF (fracción de grasa de densidad protónica) y la elastografía por RM, ofrecen alta sensibilidad y especificidad para cuantificar la grasa hepática y la fibrosis.
Estas herramientas son particularmente útiles en ensayos clínicos y centros especializados, pero siguen siendo prohibitivas en coste para el cribado de rutina y generalmente se reservan para casos complejos o equívocos.
Dado el espectro de herramientas de diagnóstico disponibles, se recomienda un enfoque de cribado escalonado.
Esto comienza con la implementación amplia de FIB-4 en poblaciones en riesgo, seguida del uso selectivo de pruebas de segunda línea como FibroScan®, ELF o métodos basados en MRI según los hallazgos iniciales.
Este enfoque equilibra la precisión, la accesibilidad y la relación coste-eficacia, lo que lo hace viable tanto para entornos con recursos altos como con recursos limitados.
Fundamentalmente, los proveedores no hepatológicos (incluidos los médicos de familia, endocrinólogos, cardiólogos y educadores en diabetes) deben estar capacitados para integrar el cribado de MASLD en los flujos de trabajo clínicos de rutina.
Las campañas de concienciación, las herramientas de apoyo a la toma de decisiones y las vías de derivación claras pueden ayudar a cerrar la brecha entre la identificación del riesgo y la evaluación por parte de un especialista.
Ampliar el uso de pruebas no invasivas en los programas de atención primaria y de gestión de enfermedades crónicas será clave para reducir la carga de fibrosis avanzada no diagnosticada y mejorar los resultados a largo plazo en MASLD.
A continuación, los autores destacaron la evidencia y las guías que promueven intervenciones en el estilo de vida.
La CR (cardiovascular rehabilitation) es una intervención multidisciplinaria basada en la evidencia con beneficios bien establecidos en la reducción de la morbilidad y mortalidad cardiovascular.
Los programas de CR están en una posición ideal para ofrecer modificaciones del estilo de vida que son centrales para el tratamiento de MASLD y ofrecen beneficios comprobados tanto para la salud hepática como cardiovascular.
La pérdida de peso sostenida del 7-10% mejora la esteatohepatitis e incluso puede revertir la fibrosis, al tiempo que reduce simultáneamente los factores de riesgo cardiometabólico como la hipertensión, la dislipidemia y la resistencia a la insulina.
El ejercicio, en particular el entrenamiento aeróbico y de resistencia, tiene beneficios hepáticos y cardiovasculares directos.
La actividad aeróbica reduce la grasa hepática, la inflamación sistémica y mejora la aptitud cardiorrespiratoria, un predictor clave de la morbilidad y mortalidad cardiovascular.
El entrenamiento de resistencia mejora la sensibilidad a la insulina, preserva la masa magra y muestra una excelente adherencia, especialmente en individuos con baja aptitud física.
Una revisión sistemática de 2025 de ensayos controlados aleatorios confirmó que el entrenamiento de resistencia por sí solo mejora las enzimas hepáticas y la sensibilidad a la insulina, al tiempo que fortalece la resiliencia cardiovascular.
La dieta mediterránea, rica en grasas monoinsaturadas, antioxidantes y fibras, mejora la esteatosis hepática, la resistencia a la insulina, la inflamación sistémica y los perfiles lipídicos, reduciendo colectivamente el riesgo aterosclerótico.
Cuando se combina con la restricción calórica y la actividad física, sus efectos se amplifican.
Un ensayo controlado aleatorio reciente mostró que los pacientes que siguen una dieta mediterránea de bajo índice glucémico junto con entrenamiento aeróbico o de intervalos de alta intensidad experimentan reducciones en la grasa hepática, la circunferencia de la cintura, los niveles de cortisol y mejoras en el bienestar emocional y la calidad de vida, factores que se sabe que influyen en los resultados cardiovasculares.
Si bien el papel cardioprotector de la dieta mediterránea es bien reconocido, la evidencia emergente destaca el impacto perjudicial de los patrones dietéticos poco saludables.
Las dietas altas en alimentos ultraprocesados, carnes rojas y procesadas, grasas saturadas y azúcares agregados aumentan significativamente el riesgo de MASLD.
Un estudio mecanicista demostró que las dietas ricas en carbohidratos refinados y grasas saturadas empeoran la MASLD al promover la obesidad abdominal, la resistencia a la insulina y la inflamación hepática, independientemente de la ingesta calórica total.
El estudio de cohorte Golestan informó que un mayor consumo de carne roja se asoció de forma independiente con la incidencia de MASLD (cociente de riesgos instantáneos 1,24; IC del 95 %: 1,11-1,39), incluso después de ajustar por actividad física, ingesta energética, IMC y nivel socioeconómico.
Asimismo, un metaanálisis de más de 50,000 participantes encontró que el consumo regular de bebidas endulzadas con fructosa estaba asociado con un riesgo significativamente mayor de esteatosis hepática (odds ratio 1.53; 95% IC 1.34–1.75), apoyando el papel de la lipogénesis inducida por fructosa en la patogénesis de MASLD.
En conjunto, estos hallazgos establecen una sólida justificación para implementar una nutrición de estilo mediterráneo y actividad física como estrategias de prevención primaria y secundaria para MASLD en poblaciones cardiometabólicas.
Estas intervenciones abordan mecanismos compartidos entre MASLD y ECV, incluyendo resistencia a la insulina, estrés oxidativo, dislipidemia y disfunción endotelial, y han demostrado reducir el riesgo de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, arritmias e insuficiencia cardíaca.
Incluso sustituir el tiempo sedentario por actividad física ligera reduce el riesgo cardiovascular, incluso en individuos genéticamente predispuestos.
Es crucial que un impacto clínico duradero requiera apoyo conductual estructurado.
El coaching de salud, la entrevista motivacional y la terapia cognitivo-conductual empoderan a los pacientes para realizar cambios sostenibles en su estilo de vida, mientras que los programas grupales y el apoyo entre pares mejoran aún más la adherencia y la participación.
En definitiva, las intervenciones de estilo de vida para la MASLD son estrategias de alto impacto y bajo riesgo que mejoran los resultados hepáticos y cardiovasculares.
Un enfoque multidisciplinario centrado en el paciente que integra nutrición, ejercicio y apoyo psicosocial ofrece la mejor probabilidad de éxito a largo plazo, y la RC representa una plataforma ideal para su implementación.
Las terapias farmacológicas tradicionalmente utilizadas en el cuidado cardiometabólico están ahora emergiendo como herramientas importantes en el manejo de MASLD, ofreciendo beneficios duales tanto para la salud del hígado como para la del corazón.
Mientras que la modificación del estilo de vida sigue siendo el tratamiento de primera línea, los agentes farmacológicos se están integrando cada vez más en el cuidado de MASLD, particularmente para pacientes con enfermedad más avanzada o comorbilidades múltiples.
Entre estos, los agonistas del receptor de GLP-1 (AR GLP-1) y los coagonistas, como semaglutida, han mostrado ser sustancialmente prometedores.
En el ensayo de fase 3 ESSENCE, semaglutida demostró una eficacia significativa para lograr la resolución de la esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH por sus siglas en inglés de metabolic dysfunction-associated steatohepatitis) y la mejora en la fibrosis.
También se han reportado hallazgos positivos en ensayos de fase 2 de tirzepatida y survodutida para el tratamiento de MASH.
Además, el ensayo SELECT demostró una reducción significativa de los principales eventos cardiovasculares adversos en personas con ECV establecida y obesidad, incluso en ausencia de diabetes.
Mecanísticamente, estos fármacos mejoran la secreción de insulina, suprimen el glucagón, reducen la lipogénesis de novo en el hígado, disminuyen la inflamación sistémica y mejoran la función endotelial, abordando los impulsores clave de la progresión de MASLD y la aterosclerosis.
Otro agente notable es el resmetirom, un agonista selectivo del receptor beta de la hormona tiroidea, que ha demostrado eficacia histológica en MASH con fibrosis y actualmente es la única farmacoterapia aprobada por la FDA para esta afección.
Su actividad selectiva del hígado mejora la oxidación hepática de las grasas y reduce la acumulación de lípidos, sin efectos tiromiméticos sistémicos.
Las clases adicionales bajo investigación incluyen inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa ( SGLT2) (p. ej., empagliflozina, canagliflozina), agonistas de la triple incretina (p. ej., retatrutida) y agonistas del receptor activado por el proliferador de peroxisomas ( PPAR) (p. ej., pioglitazona, lanifibranor).
Aunque los inhibidores de SGLT2 están menos estudiados en ensayos específicos de MASLD, han demostrado beneficios en la reducción de la adiposidad visceral, la resistencia a la insulina y la inflamación sistémica.
Estos efectos, combinados con la protección cardiorrenal y la reducción de las hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca, los hacen muy relevantes para los pacientes con MASLD con enfermedad cardiometabólica superpuesta.
Para los pacientes con diabetes tipo 2 y MASLD, la pioglitazona sigue siendo un agente recomendado debido a sus propiedades antiinflamatorias y sensibilizantes a la insulina, a pesar de las preocupaciones sobre el aumento de peso.
Su efecto sobre la histología hepática ha sido bien documentado, en particular en la ralentización de la progresión de la fibrosis.
Las terapias emergentes como los análogos del factor de crecimiento de fibroblastos 21 y los agonistas de PPARα/δ apuntan a múltiples vías metabólicas simultáneamente, lo que refleja la naturaleza heterogénea de MASLD.
A medida que estos agentes progresan a través de ensayos clínicos, es probable que el tratamiento se vuelva más impulsado por el fenotipo, lo que permite a los médicos adaptar la terapia al perfil metabólico del paciente, el grado de afectación hepática y el riesgo cardiovascular.
Las vías antiinflamatorias y antidiabéticas convergen en su efecto sobre los puntos finales hepáticos y cardiovasculares.
En resumen, la convergencia de la farmacoterapia cardiometabólica y hepatológica representa un avance importante en el cuidado de MASLD.
Agentes como los AR GLP-1 y los inhibidores de SGLT2 anuncian una nueva era en la que apuntar a mecanismos fisiopatológicos compartidos puede reducir simultáneamente los eventos cardiovasculares y detener la progresión de la enfermedad hepática, ofreciendo una estrategia integral para mejorar los resultados en esta población de alto riesgo.
Los autores, por último, hicieron referencia a la rehabilitación cardíaca.
Tradicionalmente diseñada para pacientes que se recuperan de un infarto de miocardio o una cirugía cardíaca, la RC ha ampliado su alcance para incluir a personas con síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y otras afecciones de alto riesgo, incluso en ausencia de eventos cardiovasculares manifiestos.
Puede que sea el momento de extender este modelo a las personas con MASLD, dados los fuertes vínculos fisiopatológicos y clínicos entre la esteatosis hepática, la disfunción metabólica y la ECV.
Los programas de RC estructurados suelen incluir ejercicio aeróbico y de resistencia, asesoramiento dietético, abandono del hábito de fumar y apoyo psicosocial, intervenciones que abordan directamente los componentes hepáticos y cardiovasculares de la MASLD.
Los estudios han demostrado que la participación en CR puede conducir a mejoras en la esteatosis hepática, la sensibilidad a la insulina, la circunferencia de la cintura y la calidad de vida en general.
Es importante destacar que los cardiólogos deben reconocer la MASLD no solo como un trastorno hepático, sino también como un potenciador del riesgo cardiometabólico.
Este reconocimiento debería impulsar la derivación temprana de pacientes con MASLD, especialmente aquellos con fibrosis, diabetes tipo 2 o enfermedad aterosclerótica establecida, a programas de RC.
La integración de la evaluación de MASLD en las evaluaciones de ingreso a RC podría identificar enfermedades hepáticas previamente no diagnosticadas, lo que ofrece una oportunidad única para una intervención multidisciplinaria temprana.
Estos efectos son particularmente importantes dadas las limitadas opciones farmacológicas para la MASLD temprana y la alta prevalencia de factores de riesgo compartidos con la ECV.
Al incorporar coaching de salud, entrevistas motivacionales y prescripciones de ejercicio personalizadas, la RC proporciona un marco de apoyo e individualizado para ayudar a los pacientes a implementar cambios sostenidos en su estilo de vida.
Muchos pacientes con MASLD tienen dificultades para iniciar o mantener estos cambios de forma independiente; la RC ofrece un entorno supervisado y orientado a objetivos que mejora la adherencia y empodera a los pacientes mediante la educación y la responsabilidad.
Fundamentalmente, los programas de RC están diseñados intrínsecamente para la colaboración multidisciplinaria, reuniendo a cardiólogos, hepatólogos, nutricionistas, fisioterapeutas, psicólogos, kinesiólogos y educadores en diabetes.
Este modelo se adapta bien a las complejas necesidades de atención de los pacientes con MASLD, que a menudo se encuentran entre silos de especialidades.
Además, la monitorización regular de los parámetros cardiometabólicos en entornos de rehabilitación cardiometabólica (RC) puede permitir la identificación temprana de la progresión de la MASLD y ajustes oportunos en la atención.
Ampliar el acceso a la RC para pacientes con MASLD representa una oportunidad para aprovechar una plataforma existente y eficaz para brindar atención metabólica integrada.
La RC ya no es solo una herramienta postinfarto de miocardio, sino una piedra angular del manejo cardiometabólico holístico moderno, donde la MASLD debe tener un lugar definido.
Integrar la salud hepática en la rehabilitación cardiometabólica se alinea con una transición más amplia hacia modelos holísticos y preventivos en el manejo de enfermedades crónicas.
En conclusión, la MASLD es un desafío creciente para la salud mundial con profundas implicaciones para los resultados hepáticos y cardiovasculares.
Su estrecha relación con la disfunción cardiometabólica resalta la necesidad de una acción urgente y coordinada que trascienda la hepatología.
La RC, un modelo probado para la gestión de la reducción del riesgo cardiovascular, ofrece un entorno prometedor, aunque infrautilizado, para abordar la complejidad de la MASLD.
Tradicionalmente considerada como una intervención posterior a un evento cardíaco, la RC debe reconocerse ahora como un enfoque proactivo para abordar la fisiopatología compartida de enfermedades como la MASLD y la ECV.
Al integrar la modificación estructurada del estilo de vida, las intervenciones farmacológicas y la educación del paciente dentro de un marco multidisciplinario, la RC se encuentra en una posición privilegiada para satisfacer las complejas necesidades de las personas con MASLD.
Es importante destacar que los cardiólogos deben comenzar a considerar la MASLD no solo como un trastorno hepático, sino como una condición cardiometabólica que eleva significativamente el riesgo cardiovascular.
Esta comprensión en evolución debería impulsar un cambio de paradigma, impulsando la evaluación rutinaria de la MASLD y la derivación temprana a RC, especialmente en pacientes con disfunción metabólica o fibrosis hepática, incluso antes de que se produzcan eventos cardiovasculares.
De cara al futuro, el enfoque más eficaz para reducir la morbilidad y la mortalidad será una estrategia holística que una disciplinas, aproveche la reducción de riesgos compartidos y empodere a los pacientes para que participen activamente en su atención.
* Sebastiani G, Raggi P, Guaraldi G. Integrating the care of Metabolic Dysfunction-associated Steatotic Liver Disease into Cardiac Rehabilitation: A Multisystem Approach. Can J Cardiol. 2025 Jul 10:S0828-282X(25)00532-X. doi: 10.1016/j.cjca.2025.06.075. Epub ahead of print. PMID: 40651509.