Editoriales
Dr. Edgardo Schapachnik
Dr. Edgardo Schapachnik
Director General de CARDIOLATINA
junio de 2020

CUARENTENA …. Sonetos, arias y novelas

Soneto XXII

Pablo Neruda

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angol, a la luz de la luna de junio,

Epidemias de fiebre tifoidea, cólera y disentería. En Irlanda en 1865. Otra cuarentena

Y la gente se quedaba en casa
Y leía libros y escuchaba
Y descansó e hizo ejercicios
E hizo arte y jugó
Y aprendió nuevas formas de ser
Y se detuvo

Y escuchó más profundamente
Alguien meditó
Alguien rezó
Alguien estaba bailando
Alguien se encontró con su sombra
Y la gente comenzó a pensar diferente

Y la gente sanó.
Y hubo ausencia de personas que vivían
en una peligrosa
ignorancia
Sin sentido y sin corazón,
Incluso la tierra comenzó a sanar

Y cuando el peligro terminó
Y las personas se encontraron
Lloraron por los muertos
Y tomaron nuevas decisiones….
Y soñaron con nuevas visiones
Y crearon nuevas formas de vida.
Y curaron completamente la tierra
Justo cuando fueron sanados.

No será por fiebre tifoidea, cólera ni disentería la cuarentena de la que venimos ni la que proseguirá en junio; no sabemos si en julio agosto, noviembre o diciembre pero algún día se levantará la copa con Neruda y entre todos haremos un gran brindis; no sonará sólo con Alfredo y Violeta del aria de La Traviata cantando Godiamo, la tazza, la tazza e il cantico, la notte abbella e il riso; in questo, in questo paradiso ne scopra il nuovo dì – (¡Disfrutemos!. El vino y los cantos y las risas embellecen la noche; y que el nuevo día nos devolverá al paraíso), ni será en Angol o tal vez también allí pero seguro habrá copas que se choquen en lugar del abrazo prohibido.

Pareciera que Verdi y Neruda quisieran disfrutar el fin de esta cuarentena (o de otras imaginadas por nosotros) entre risas y cantos que embellecieran la noche aunque ellos no lo supieran ni se encontraran ni experimentaran cuarentena alguna. O quizás seamos nosotros quienes quisiéramos disfrutar con ellos el doble mensaje que irradian los cuarenta días que no son tales: doble porque tiene inicio y tiene fin.

Hay otra cuarentena que fue escrita. En 1872 en una taberna parisiense irrumpe desafiante el poeta Arthur Rimbaud y amenaza a la clientela. Diecinueve años después, Jacques Archambau, un joven médico que de niño asistió atónito a la tormentosa escena y que ignora cuán ligado se halla su destino al del célebre poeta, embarca en el Ava con su esposa Suzanne y su hermano Léon rumbo a la isla Mauricio, su tierra natal.

Allí les espera el gran clan familiar que antaño expulsara al padre de Jacques y Léon. Sin embargo, tras declararse dos casos de cólera en el barco, los pasajeros -un puñado de europeos y multitud de indios contratados para la recolección de la caña de azúcar- se ven obligados a desembarcar en la isla Plate, frente a Mauricio, para pasar la cuarentena. Así dijo en su novela el escritor francés Jean-Marie Gustave Le Clézio el Premio Nobel de Literatura en 2008.

Y en este divague elíptico y literario que permite como beneficio secundario el permanecer aislado, es como se disfruta la cuarentena que da vida a este Editorial de junio.

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