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Dr. Edgardo Schapachnik
Dr. Edgardo Schapachnik
Director General del FIAI
febrero de 2018

Michael Balint y reflexiones septuagenarias

Michael Balint falleció en Londres el 31 de diciembre de 1970 a los 74 años.

Michael Balint falleció en Londres el 31 de diciembre de 1970 a los 74 años

Quién fuera psicoanalista y bioquímico británico de origen húngaro que fuera alumno de Sándor Ferenczi, –discípulo de Freud-, en Budapest, y que trabajaba en la clínica Tavistock de Londres, ejerció poderosa influencia en nuestra generación, muy afín en Buenos Aires a las enseñanzas del creador del Psicoanálisis.

A este fenómeno no fue ajena mi camada de médicos residentes que en 1969 comenzábamos nuestro orgulloso primer año en la Residencia Universitaria de Medicina Interna en el Hospital Cosme Argerich.

Tengo grabada a fuego en la memoria una frase de su famoso libro “El Médico, su Paciente y la Enfermedad” (The doctor, his patient and the illness), que fuera de cabecera en aquélla generación, más allá de la especialidad que ejerciéramos: “Hay una droga de la que se ignora su fórmula, su dosis y que es la más frecuentemente prescripta en la práctica general y es, con mucho, la droga llamada doctor”. Que no sólo importaban el frasco de medicina o la caja de píldoras, sino el modo como el médico las ofrecía al paciente; en suma, toda la atmósfera en la cual las otras drogas eran administradas y recibidas…”

Al poco tiempo de iniciada la Residencia, un Grupo de jóvenes médicos que no superábamos los 30 años, constituimos un Grupo Balint, que se reunía en el Hospital por la noche, coordinado por otro joven colega, Residente de Psiquiatría, hoy prestigiado y reconocido Psicoanalista.

En el Grupo, reflexionábamos, a manera de “meta-ateneo” no ya sobre el soplo o la arritmia o los valores de glucemia de un paciente determinado, sino sobre otros aspectos que en el Grupo habíamos aprendido a investigar junto a los pacientes: cómo influía en la evolución de su enfermedad el próximo casamiento de la hija, o la deuda que no podía pagar y que debería afrontar al alta hospitalaria, o la reciente mudanza realizada poco antes del inicio de los síntomas de su afección. O todas estas cuestiones que hacen a la vida de todos y que acompañan a aquél soplo o a esa arritmia o los valores de glucemia. Y constituyen el escenario que está presente e influye sobre la enfermedad con la que aprendimos a lidiar en la Facultad, en los libros de Clínica y en la propia práctica del ejercicio de la profesión.

Estas reflexiones vienen a cuenta porque recientemente ocupé el lugar de paciente y me resistía solamente a ser “una infección urinaria a germen nosocomial”.

En una, para mí, prolongada internación de 10 días que se dividía en ciclos cada seis horas cuando esperaba el goteo endovenoso del antibiótico salvador, en los largos períodos interdosis me permitía reflexionar sobre nuestra práctica y la forma en la que nos relacionamos con la enfermedad, sus síntomas y signos y la forma en que nos relacionamos con los pacientes.

¿Sabrían los colegas en la recorrida de sala tempranera antes de ir a quirófano que al paciente de la cama N.º 7008, a quién como a mí se había efectuado una resección transuretral de próstata se había separado de su esposa y que quién los visitaba no era su hija sino una joven amante que lo cuidaba? ¿O qué el paciente de la cama vecina con el CA de vejiga tenía una gran preocupación que excedía largamente el padecer de la neoplasia porque su hijo menor estaba preso?

¿Qué sabemos de las personas que habitan diariamente nuestro sector de CASOS, vecinos de este espacio Editorial en fiaiweb.com?

¿O de aquéllos otros que obsesivamente requiero sean codificados en los Grupos de Telegram para poder recuperar su Historia Clínica?

¡Invito a que reflexionemos en ello más allá de solo pensarlo como el caso #_CR236 o el que le tocare cronológicamente!

Estos días del caluroso enero en estos lares y de incesante actividad en el Proyecto FIAI TELEGRAM, fuimos invitados a otras reflexiones a partir de una propuesta que realizara Marío Heñin, de Resistencia, Chaco. El 24 de enero encabezó su propuesta de lectura y consideración con la frase “¡¡¡Qué tema. el que sigue !!!» y a continuación la invitación a hacerlo con el tema “El médico que envejece y la profesión médica” en el sitio de Intramed.

Mario y yo, tal como Balint, superamos los 70 jóvenes años y quizás ése fuera el poderoso motivo que nos involucró con la propuesta.

El tema del médico que envejece y de cuándo debería cesar su práctica ha sido controversial durante muchos años. Los autores de este trabajo analizan esta cuestión y dan sus recomendaciones” comienza el artículo comentado.

Sin embargo no fue la supuesta motivación que tuvimos Mario y yo la que inspiró a la joven colega María Elena Crosta, de Huinca Renancó, Córdoba, Argentina:

Solo puedo decir que tuve un gran maestro que puso limite a su profesión (anestesista) a los 70 años. Ya que consideraba que era la edad justa para retirarse, pues estaba entre la lucidez de la vejez y la intolerancia de la juventud. Consideraba que era la edad límite ya que notaría torpeza en sus manos, dolores al trasnochar por una anestesia de urgencia, lentitud e intolerancia al escuchar las dolencias del paciente..etc… Pero con toda la fortaleza e independencia para disfrutar de su retiro junto a la persona que lo acompaño toda la vida.

Él problema fue que esa edad limite (70 años) fue limite para todas sus actividades, no pudiendo cumplir con la segunda etapa….ya hace 3 meses que Mi Padre falleció así q si bien él medico envejece y no hay una edad de retiro no debemos olvidar q detrás de todo medico hay una familia”

Ante tremenda introspección, me queda por dar mi pensamiento, que surge de mi propia experiencia.

Exactamente al cumplir 65 años, luego de ejercer la medicina, en particular la Cardiología y la Enfermedad de Chagas ininterrumpidamente desde 1969, en aquellos años de los Grupos Balint, debi cumplir con el retiro obligatorio que marca la ley; sin embargo seguí asistiendo en el Hospital a mis pacientes chagásicos porque quise hacerlo, concurriendo una vez por semana al que fuera mi consultorio por más de 40 años. Lo hice hasta noviembre pasado, cuando me sometí a la operación.

Consideré entonces que era hora de poner un punto final, y así lo entendieron mis pacientes.

Decidí que mi actividad de médico se volcara totalmente a la docencia y a que creciera el Proyecto del que este Editorial forma parte.

¡Gigantesco puente entre Balint, el FIAI y fiaiweb.com!

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